GUERRA EXTENSA EN EL CÁUCASO |
ACTUALIDAD // Publicado el 22 de octubre de 2020 // 19.45 horas, en Bogotá D.C.
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Muy poca importancia y reflexión arranca en esta parte de América lo que sucede en la médula del Cáucaso y debe decirse que esa confrontación que se reactivó en las últimas semanas pero que estaba encendida en su última etapa desde hace tres décadas, podría extenderse más de lo que ya se amplió. En parte porque Turquía es un jugador fuerte en las llamas de nuevo activas y, como país parte de la OTAN, le plantea una grave contradicción a sus aliados europeos. Pero ahí no termina todo. En el milenario conflicto se mezclan ancestrales y viscerales ingredientes religiosos y étnicos para ponerle algo de suavidad en una palabra al tema racial larvado pero evidente. Azerbaiyán, uno de los confrontantes directos, es un país que basa su poder en la riqueza petrolera, su acceso a las aguas del mar Caspio y al hecho de tener un precedente geopolítico añejo al tiempo que inmediato. Tal es así en el sentido de que Azerbaiyán tiene un territorio en proceso de secesión como lo es el Alto Carabaj o Nagorno Carabaj, con una población de contundente mayoría armenia, pero cedido alguna vez a su favor. Al sur de ambos territorios en accidentada y larga línea fronteriza está la República Armenia, con todo su simbolismo y cargada de historia, que es para nada extraña a los intereses de Occidente.
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Escribe: Rubén HIDALGO
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Ocurre que los armenios fueron los primeros en la historia que adoptaron al cristianismo como sistema de creencias para galvanizar su identidad en el fondo del tiempo. Tienen además otro elemento étnico cuyo precedente ya les daba firmeza simbólica y los diferencia de los pueblos vecinos: son arios, o eso creen ellos*. Es decir, tienen raíces indoeuropeas, diferenciados de los turcomanos asentados en los territorios cercanos y de los mongoles que también pasaron por esas tierras, para convertirse en los cercanos tártaros. De manera que en términos étnicos los armenios son parientes de otros también cercanos, los persas que están en el sur fronterizo con Irán. Azerbaiyán es un país de tradiciones culturales y etnia turcas y es por eso que la afinidad con la Turquía histórica encuentra a este importante país prestando una ayuda militar y política innegable a los intereses de los contendientes que enfrentan a los armenios. Pero no es solo la evocación lo que convoca a la alianza tácita, también están los intereses económicos ligados con el petróleo y el tránsito del gas.
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Los turcos están en esto como árbitros y parte dentro de un conflicto que tiene otras aristas agregadas por historias más cercanas. Una de ellas viene de la memoria casi inmediata: el genocidio contra los armenios perpetrado al promediar la Primera Guerra Mundial por el moribundo imperio de Estambul. En esa tragedia un millón de civiles de todas las edades y de ambos géneros fueron aniquilados por los uniformados turcos. Estos últimos en tiempos de derrota ante los Aliados, quienes terminaron desintegrando el imperio que desde la caída de Constantinopla en adelante llegó a dominar una buena parte de la cuenca oriental del Mediterráneo y el Medio Oriente hasta lo que es hoy Irak y Arabia Saudita. Esa memoria, la imperial, y la no reconocida del holocausto armenio, pesan en un Recep Erdogan que quiere reflotar las viejas glorias del dominio otomano sobre las puertas de Asia. La primera está presente, la otra -la del holocausto armenio- hasta hoy por ellos silenciada. Turquía ya controla parte de los flujos petroleros que salen a las aguas mediterráneas, interviene en Siria y Libia, al tiempo que mantiene su ofensiva constante sobre los kurdos.
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Ahora parece que les vuelve a tocar turno a los armenios. El área hoy en renovado conflicto no solo es un país en secesión sino que es la cuna de la Armenia moderna, de la misma manera como Kiev, en Ucrania, es el sitio de nacimiento de la vigente Rusia. A partir de allí debe entenderse el origen de estas profundas inquinas regionales. El nombre que ahora figura en el mapa y por el cual es reconocido el territorio en disputa, se denomina desde la antigüedad Artsaj, una evocación del vocablo “armenio”. Los turcomanos así como el Islam llegaron a esas montañas después. Pero la presencia de los turcos y de los vecinos persas por esos espacios que formaron parte de todos los imperios, no debe dejar de lado a los rusos que también los incorporaron en tiempos más recientes y dejaron los problemas que hoy enfrentan esos pueblos. Después de la Primera Guerra la Unión Soviética convirtió tanto a armenios como a azeríes en parte de sus territorios y frontera. En ese ciclo le entregó a la jurisdicción interna de etnia turcomana la tierra que había sido por siempre armenia.
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Ese es el territorio en actual puja armada. En efecto, desde 2017 la mayoría armenia del Alto Carabaj se denomina a sí misma República de Artsaj, recuperando el nombre milenario del territorio. El otro, por el cual es conocido en el mundo, fue el que le asignaron las autoridades soviéticas durante sus décadas de dominio y que se compone de una palabra en lengua rusa y otra turcomana. Es contra esta situación de control étnico armenio sobre el espacio que aseguran les pertenece, y por el que luchan los azeríes y ganan superficie sobre las tropas enemigas. Esto con la señalada ayuda de los turcos, que ampliarían así su influencia y poniendo en aprietos tanto al resto de los europeos que son sus socios en la Otan como a los rusos, que son sus aliados de circunstancias en Siria pero nada cercanos en términos históricos. Desde antes de Catalina la Grande, los rusos le han disputado territorio a los turcos y nada para ellos es tan importante como eso de que quienes fueron un imperio enemigo en el pasado vuelvan a poner pie ahora en el Cáucaso. Un área que Moscú siempre tuvo para sí como una barriga estratégica.
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No hay pronóstico sobre lo que al final decidirá Putin, pero no debe olvidarse que más allá de los temas estratégicos y geopolíticos inmediatos hay otro aspecto para nada poco trascendente. Es el que tiene que ver con el peso de la iglesia ortodoxa en el gobierno del nuevo zar de las rusias. Esto agregado al hecho no menos cierto de que los armenios son cristianos y que el gobierno del Kremlin tiene una distancia sensible con el Islam. En tanto en esa barriga estratégica el terrorismo de los radicales del profeta ya hizo de las suyas en la historia cercana, con un alto costo de vidas y cuestionando la estabilidad de la autocracia moscovita. El otro ingrediente es la cercanía de Erdogan con los extremistas referidos, que al parecer se comportan como efectivos paramilitares de los azeríes. Estos habrían sido enviados bajo responsabilidad del gobierno de Ankara. Los combates siguen por estos días, luego de que se reiniciaran con fuerza las hostilidades, a fines del mes pasado. Una victoria en proceso de los turcoazeríes hace temer una nueva limpieza étnica sobre los armenios. Estos saben, a su vez, que vuelven a luchar para sobrevivir al exterminio (aresprensa).
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VÍNCULOS : COLOMBIA, LA CONSPIRACIÓN // TRUMP NO SE RINDE // SANTA SOFÍA VUELVE AL ISLAM // DILEMA DE HIERRO Y PULMÓN
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