TRUMP NO SE RINDE |
ACTUALIDAD // Publicado el 31 de julio de 2020 // 10.30 horas, en Bogotá D.C.
El presidente Trump afronta una lucha inesperada hace pocos meses para alcanzar una reelección ahora en riesgo inminente. El tiempo y el espacio lo acosan en dimensión conjunta y no parece poder escapar del acotamiento relativo. El coronavirus lo cerca en ambas dimensiones, es ineludible y no le permite escapar. Eso podría resultar fatal para salir airoso en sus aspiraciones. No todo está dicho pero, sin dudas, Trump atraviesa una tormenta perfecta que se prolongará hasta que se produzcan las definiciones que están a la vuelta de la esquina: el cercano noviembre. Aunque, de la misma manera que lo inesperado y vigente lo acosa, no todo está resuelto en su contra y ya se sabe que lo impredecible de su temperamento y decisiones lo ayudan tanto como lo condenan ante la opinión y la decisión del electorado. En su primera apuesta por llegar a la Casa Blanca salió triunfador aun cuando todas las posibilidades estaban en contra. Ahora también tiene todo, y más, empujando en sentido contrario, pero él de acuerdo con su temperamento parece decidido a redoblar el juego. Es una manera de ser típica y muy anglosajona: no ceder, no amilanarse y tener una ciega confianza en el triunfo final. El costo de tal aventura no siempre la paga el protagonista y, si se mira la historia de la presencia norteamericana en el mundo, se entiende de qué se trata eso de ser obcecado y poner a otros a pagar la factura. La subida inesperada de la bolsa de New York por el éxito de los gigantes de la tecnología no alcanza para frenar la caída de la economía en materialidad. Un escenario que le daba a Trump las mejores expectativas reeleccionistas antes de la pandemia.
Por ahora tiene enfrente un panorama nada alentador, pero el ocupante de la Casa Blanca confía en sus cartas y se desentiende de la ola que lo contradice. En primer término lo condena el panorama que deja en su país la plaga y la ayuda negativa de sus decisiones primeras y posteriores sobre causas y consecuencias del efecto colectivo por el golpe del virus. Estados Unidos se convirtió en un chasquido de dedos en el país con mayor incidencia de casos, contagios y muertes por el paso del Covid19. El desdén inicial ante las consecuencias del contagio eventual le ha hecho tributar a una pesada factura en la imagen de timonel de una dura crisis, con una proyección electoral negativa inocultable, según las encuestas. Estas, desde hace muchas semanas lo dan como perdedor si las elecciones fuesen inmediatas. Los hechos de violencia sumados también golpean la imagen presidencial en la búsqueda de renovación de su mandato.
A partir de la muerte del ciudadano afrodescendiente George Floyd, por represión policial, las manifestaciones callejeras y los disturbios con una marcada cuota de violencia, aumentaron las tensiones de sociedades de los estados interiores, que están polarizadas no solo ante la figura del presidente Trump, sus decisiones, expresiones y resultados, sino que se aprovecha el repudio expresado en protestas para ir más allá. Por ejemplo, en el derribo de estatuas como fomento contra los símbolos que mayor tensión generan por la intolerancia histórica y presente. Son intenciones de ajustes de cuentas simbólicos y larvados como los que existen contra los hispanos. Rechazos del que no están ausentes las autoridades, incluido el mismo Trump. En California ha rebrotado la hispanofobia de diversos poderes del estado local, llamando a quitar el mármol y los bronces de quienes formaron esa sociedad durante el periodo español y mexicano.
Algo repudiable desde cualquier ángulo, con Trump o sin él, porque se insiste en borrar una memoria indeleble y condena de manera persistente e irreversible a quienes la alientan. Pero lo más alarmante para las aspiraciones presidenciales es la economía, que ha sido su bandera desde el inicio de la administración y hasta el primer golpe de la pandemia. La caída de los indicadores de producción sigue mostrando niveles catastróficos en los Estados Unidos y se sienten, junto con el sideral número de contagios y fallecimientos de infectados que no alcanzaron a superar el trance. La mayor parte de las viíctimas fatales son los menos favorecidos del pueblo americano: afros y latinos. En esas condiciones, no pocos esgrimen una sórdida sospecha sobre las pocas previsiones presidenciales cuando la realidad fatal golpeaba más fuerte: la peste es una suerte de “limpieza social” que los seguidores de Trump aceptarían con un cierto aire de complicidad.
Tal cizaña espanta, pero no se descarta si se piensa que en ello hay algo de añejo determinismo protestante y de su providencialismo derivado, que ya mostró evidencias durante toda la historia de los Estados Unidos. También censuran a Trump y mellan su actitud reeleccionista aquellos que estuvieron cercanos o fueron sus colaboradores inmediatos: su sobrina Mary y John Bolton, como consejero de seguridad nacional que fue, descalifican al presidente en sus escritos. Ambos lo censuran y le quitan méritos posibles para ocupar el cargo que hoy ostenta y, sin duda, apuntan al electorado que podría volver a confiar en un segundo mandato. Pero no son los únicos y el grueso de la literatura que pretendería mostrar las aristas oscuras del inquilino de la Casa Blanca -además de buscar un mercado que estaría ávido de esta literatura por estos meses previos a las elecciones- no necesitaría de ese recurso en un terreno potencialmente fértil desde muchos frentes para atacar al presidente.
El desempleo como resultado de la caída en la economía ya se aproxima a los 70 millones de desahuciados y la inflexión negativa del Pib norteamericano para el año que corre es de casi un 4 por ciento. Esos dos datos ilustran con suficiencia la magnitud del cuadro en rojo. Los contagiados, otro de los ángulos de la crisis desde donde se golpean las expectativas presidenciales, alcanzan ya los 4 millones y medio, y la tasa de fallecidos por causa de la pandemia supera los 150 mil. Trump necesita de los votos latinos para coronar sus propósitos y también el de los afros, pero ese electorado disperso y con distintas visiones de sí mismos y de su presencia en los Estados Unidos coincidiría, en general, en su rechazo a la imagen que proyecta la gestión Trump, quien se ha mostrado en más de una ocasión como contrario a las aspiraciones y reclamos de las minorías. Tiene también en contra a la Corte Suprema y pareciera que además está presente la desconfianza de su asesor en temas de salud: Anthony Fauci. La primera y reciente gran reunión de campaña en Tulsa fue un fiasco. Pero nada eso es suficiente para que él descarte el triunfo (aresprensa).