UCRANIA, UN AÑO DE MARTIRIO |
ACTUALIDAD // Publicado el 24 de febrero de 2023 // 21.30 horas, en Bogotá D.C.
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No puede ser una celebración cuando lo que está de por medio es la tragedia, y tampoco puede ser este aniversario otra cosa más que un oscuro recordatorio y un eventual augurio de un horizonte quizá más sombrío. Ucrania sigue siendo masacrada por la superpotencia que entiende que un país que busca trazar diferencias con sus vecinos no tiene derecho siquiera a su propia existencia. Si pudiese esbozarse algo de razonabilidad en lo que ha manifestado el agresor podría decirse que algo de razón tiene en la raíz de su criterio, no en los métodos y menos en lo que dice la historia reciente. Nada justifica la masacre delimitada al territorio de Ucrania, por ahora, desde la orilla de lo que consideran los ucranianos que responden al gobierno de Kiev. Pero dentro de Ucrania también estuvieron desde siempre los otros, los ucranianos rusófonos, que tampoco son pocos. Los orígenes del conflicto son complejos, como es complejo definir cuál será el futuro inmediato. Debe señalarse otra vez, como ya se hizo desde estas columnas, en coincidencia con el aniversario funesto: en verdad Rusia nació como país en Kiev. Al promediar el día en que se cumple el aniversario, este viernes, asoman propuestas de paz por parte de China y de países integrantes de la Otan. Es por ahora una débil esperanza germinal.
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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA
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Allí, en lo que es hoy la capital de Ucrania, surgió el primer “rus“ de la historia, contradictoria, enrevesada como casi todas las historias de cualquier pueblo. Es por eso que el rearticulado imperial que pretende Putin tiene en Ucrania uno de sus enlaces fundamentales y por eso también el encono en la búsqueda de una victoria estratégica que hasta el momento es esquiva para las pretensiones, si se quiere mesiánicas, de Moscú y de su gobierno. El riesgo de una guerra extendida no solo al resto de Europa sino, además, generalizada al resto del mundo es una latencia que emerge y debe tomarse en serio. Todo el mundo está en peligro porque la visión del Kremlin por el momento no admite una eventual derrota, que ahora podría suponerse como posible. Al tiempo, el martirio de Ucrania es un laboratorio menor de lo que podría sobrevenir y debe cumplir sin remedio el papel de peón de brega y sacrificio en la lucha por una eventual nueva hegemonía que reemplace a la vigente norteamericana. Ese es el corazón de la nuez que hoy está sobre la mesa.
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Alguna vez Clausevitz en su teoría de la guerra señaló la desgracia del punto culminante para un ejército en contienda. Ese punto es aquella condición que ocurre cuando no se cumplen los planes previstos y no se alcanza la victoria esperada. En ese momento lo que pudo haberse logrado puede desmoronarse. Eso le ocurrió a Napoleón en su llegada a Moscú a inicios del siglo XIX y a la Alemania de Adolfo Hitler en 1943. Las fuerzas armadas rusas no han podido alcanzar sus propósitos en la Blitzkrieg iniciada hace un año y cada vez tiene más empantanadas sus fuerzas y comprometidas sus expectativas. Eso a despecho de lo que dijo en los últimos días al informar sobre el estado de su país. Algo muy parecido vociferaba Goebbels al referirse en su punto culminante a la derrota del ejército alemán en Stalingrado: redobló la apuesta, pero la derrota definitiva ya golpeaba la puerta de aquellos otros mesiánicos, los de la Alemania nacionalsocialista. La guerra continúa y nada indica que haya un horizonte diferente a la prolongación de la lucha que ya es una picadora de carne.
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Caen por igual civiles y militares en los campos y ciudades del escenario de confrontación y nada pareciera detener la crueldad sin límites, como en cualquier guerra pero incluso más, como resulta evidente. Las cifras aproximadas que surgen desde fuentes serias y por fuera del sacrificio de la verdad, lo que ocurre en cualquier guerra, señalan que en este primer aniversario el total de víctimas mortales entre uniformados y civiles podría ya aproximarse al medio millón. A partir de esa estadística las perspectivas son aun más sombrías. Putin no pudo dar piso a lo que supuso en principio como una suerte de paseo militar, tal como ocurrió en la toma de Crimea hace una década larga y como lo pudo concretar en otras operaciones previas sobre su entorno geográfico. Salvo el holocausto de Chechenia, lo ocurrido en Georgia y en Osetia del sur llevaron a pensar a los estrategas del Kremilin que este nuevo intento de control estratégico más allá del borde fronterizo sería de nuevo una rápida victoria.
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La historia se repite, pero hoy no como comedia sino como tragedia renovada. El Japón imperial en los años previos a 1941sufrió por parte de Estados Unidos restricciones y castigos económicos continuados, hasta que un día el emperador y su gobierno decidieron patear el tablero y sucedió Pearl Harbor, el resto es historia conocida. Hoy el Japón es un país oriental occidentalizado que se rearma para la nueva guerra amplia que asoma. Rusia, en la reversa, es un país occidentalizado que para los conflictos piensa como los orientales, mentalidad que también cargan de manera atávica desde sus orígenes. En caso de guerra generalizada los derechos humanos pasan a ser papel mojado. Así lo han dicho los teóricos chinos de la guerra moderna. Eso se ve en Ucrania cada día desde hace un año. Nadie puede llamarse a engaños en la hora con respecto a Putin, quien como conservador ruso mira al mundo como lo ve cualquier ruso tradicionalista: nada de concesiones con el enemigo. Lo ha demostrado Rusia de manera reiterada en su milenaria historia y lo ha anunciado Putin también de manera repetida.
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Si es necesario el novel emperador ruso pateará el tablero, tal como alguna vez lo hizo el emperador nipón, sin importar las consecuencias. Al fin y al cabo, ambos dirigen pueblos sacrificados y sometidos a todo tipo de penurias, tal como lo fue aquel Japón milenario hasta 1945. La diferencia para nada mínima está en que Hirohito no tenía armas nucleares y el ruso sí las tiene ahora. Ya con Berlín tomado por el Ejército Rojo, en 1945, en una reunión que tuvieron los dos comandantes vencedores, el general Dwight Eisenhower y el mariscal Gueorgui Zhukov, reflexionaron sobre los avatares de sus tropas en el avance dentro de Alemania. El estadounidense le comentó sobre sus tribulaciones por las consecuencias que habían tenido en sus soldados las minas antipersonales. Dicen las historias que el jefe ruso le dijo: “…yo nunca tuve ese problema porque ante un campo minado hago pasar primero a los hombres y luego a los blindados…”. Dos visiones muy diferentes sobre la importancia de la vida y de lo que puede pesar la muerte.
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Esa manera diferente de concebir al mundo entre aquellos dos jefes guerreros es importante de tener en cuenta en esta hora de la humanidad. Si no hubiese un planteamiento serio para detener la cruda sangría que atraviesa el escenario de confrontación antes de que concluya el semestre que corre, no es descartable que los escenarios se extiendan a otros países de Europa e incluso del mundo. El Extremo Oriente se prepara ya para una confrontación que algunos de los países de esa región consideran inevitable. No escasean en esa zona del mundo razones para mostrarse los dientes y algunos conocidos tienen arsenal nuclear propio y suficiente. También amenazan, como lo hace y lo ha hecho con calculada cadencia Moscú en la vigente contienda. Ya se ha dicho en los Estados Unidos que la destrucción del gasoducto Nord Stream que unía a Rusia con Europa, bajo las aguas del mar Báltico, fue una operación militar con sello de los norteamericanos. Eso fue un acto de guerra y nada indica que algo similar o peor no pueda volver a ocurrir ahora. Queda en evidencia así que los rusos no son los únicos dispuestos a patear el tablero (aresprensa).
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VÍNCULOS : ARGENTINA FEUDAL: SAN LUIS // PUTIN, ¡ESE HIJO DE...RUSIA!
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