PUTIN, ¡ESE HIJO DE...RUSIA!
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 30 de abrill de 2022  //  21.30 horas, en Bogotá D.C.

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Se agiganta la amenaza y nadie podría determinar hacia dónde conducirá en plan de guerra la nave que conduce Rusia. Ya se sabe que el emblemático “Moscú”, el crucero hundido en el mar Negro durante operaciones de combate, ha sido una pérdida emblemática intolerable para Rusia y el presidente Putin no quiere, es evidente, aceptar una eventual derrota en su maltrecha campaña ni tolerar al infinito lo que para él es la respuesta de un agresor inicial: Occidente. Eso son para él y sus cercanos los Aliados y su punta de lanza, la Otan, que en verdad tiene un protagonista determinante, como lo es Estados Unidos. El riesgo y la amenaza crecen más allá de la batalla por ahora circunscrita en lo puntal al territorio de Ucrania, pero en realidad ya está extendida y no es desde hoy ni de ayer. Por ahora, esa sociedad rusa que ha soportado todas las invasiones y todas las guerras, no deja de señalar aunque sea de manera indirecta a veces, que siempre les hizo morder el polvo a quienes la desafiaron y que la rendición ante Alemania en el inicio de la Revolución de 1917 luego de la caída del último zar, solo fue un accidente histórico.

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Escribe: Nèstor DÌAZ VIDELA

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Los enemigos de Putin lo señalan como un nuevo zar y un dictador demasiado cercano a la experiencia hitleriana, pero no ha sido el único después de los verdaderos zares, que fueron los Romanov por ejemplo, porque un hombre como Stalin se comportó como ellos y consolidó lo que la monarquía había dejado en términos geopolíticos: un imperio, aunque siempre hubiesen pretendido convertirse en patria de los trabajadores del mundo, y eso fue lo que sostuvieron en discurso, al tiempo que derramaron la sangre que consideraron necesaria y más, para que ese argumento de difícil aceptación se convirtiera en hueso. No pudieron sostenerlo y en la caída arrastraron el  orgullo y el honor de Rusia, que salió de la crisis humillada por sostener el sistema. Así, de manera parecida a cuando en el final de la Primera Guerra Mundial Alemania le puso a los bolcheviques condiciones inaceptables, pero que debieron aceptar. Es que al fin y al cabo, Lenin y sus allegados mucho le debían al emperador germano para poder acabar con la monarquía en San Petersburgo.

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El jefe revolucionario había llegado de vuelta a Rusia respaldado por el país con el que estaba en guerra con su patria y si las cosas le hubiesen salido mal, Lenin hubiese pasado a la narrativa posterior como un vulgar traidor a su bandera. Pero los gambitos de la historia hicieron que Alemania se rindiera a sus enemigos del frente occidental pocos meses después de que Rusia se retirara de la guerra, comprometida en tal empeño por los bolcheviques con la Alemania a la que tanto le debían y lo demás pasó a ser una anécdota que los nuevos amos ocultaron con celo. Eso ha sido parte de la tragedia histórica de Rusia y  no ha sido la única, ni para ellos ni para quienes han estado cerca de su destino y martirio constante. Así lo señala el Nobel sudafricano J.M. Coetzee en su conocida obra “El Maestro de petersburgo”, en la que traza un paralelo entre españoles y rusos en lo que hace a las parábolas históricas de ambos pueblos: eso es, la necesidad del sufrimiento sin fin para ser ellos mismos y los cercanos. Eso además de regodearse con la desgracia colectiva propia y ajena convertida en épica.

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Stalin nada hizo para rescatar a su hijo prisionero de los alemanes en la pasada guerra mundial y al final muerto en un campo de concentración. El coronel José Moscardó enfrentado a los republicanos  que asediaban el Alcázar de Toledo bajo su mando y defendido por sus hombres, prefiriò que fusilaran a su hijo prisionero y se negò a rendir la plaza durante la guerra civil de España. El salto de toda frontera humanitaria y de respeto a la dignidad humana que están señaladas en letra en las leyes de la guerra, ocurre con frecuencia y se violenta todo derecho sin freno alguno. La sevicia suele reinar en estos casos y ser cercana a los estados psicológicos alterados. La guerra como ejercicio de sociopatía colectiva es desenfreno cuando los límites básicos se alteran y se perpetran lo que el derecho internacional señala como crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Eso es lo que está ocurriendo en Ucrania mientras se mantiene el actual estado del conflicto que está al paso del desborde, este sí imprevisible. Las amenazas de un otro salto suicida para toda la humanidad van y vienen.

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Rusia no aparece dispuesta a amainar la ofensiva y Occidente no manifiesta intención de dejar de apoyar al agredido con los amplios recursos que tiene a disposición y que están en despliegue pleno. Sanciones, armas y demás elementos para la resistencia fluyen hacia Ucrania de manera continua y ya ha señalado Rusia que eso es parte de la participación de los países de la Otan en perjuicio del invasor y, por tanto, le deja a esta habilitado el camino a una respuesta aún indeterminada. Mientras tanto. se siguen machacando las ciudades objetivo y las bajas aumentan en pico sideral, sin que se pueda dejar al margen la otra tragedia, la de los desplazados y refugiados que ya se cuentan por más de cinco millones. Los uniformados rusos caídos ya superarían los 20 mil por estos días y entre ellos ya hay más de media docena de generales y una decena de oficiales jefes por encima del grado de coronel. Se ha señalado que al presidente Vladimir Putin no parece importante el número de caídos propios en su aventura militar que, en la previa, se supuso sería un paseo.

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Lo estimó así el propio Putin y su alto mando, pero todo salió diferente y el baño de sangre así como el martirio infligido a propios y cercanos queda a la vista, lo mismo que su continuidad. En la Segunda Guerra Mundial el “padrecito” Stalin no ahorró vidas rusas  para imponerse sobre su rival alemán, pero no fue novedad porque durante todo el ejercicio de sometimiento que ejercieron los soviets sobre su propio pueblo y los vecinos, fue lo mismo. La expresión italiana “alla russa” no es una casualidad y no es válida solo para el lenguaje musical. También es una forma de entender la vida, y la trascendencia en relación con el sufrimiento. Eso es lo que plantea Coetzee trazando una interpretación sobre Dostoievsky. Stalin despreciaba a sus “ivanes”, como se les llamaba a los soldados del Ejército Rojo, y no tenía prurito para mandarlos en oleadas a la muerte. En Berlín, el mariscal Georgui Zhúkov manifestó que él no tenía problemas en hacer pasar su infantería sobre los campos alemanes minados para cuidar sus blindados, para él más importantes. Putin hace algo parecido, pues él también ha demostrado ser un buen hijo de Rusia (aresprensa).

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VÍNCULOS : AVANZA EL GRAN PULSO ELECTORAL  //  PUTIN Y LA DECADENCIA OCCIDENTAL  //  DOS MOSTRUOS DE LA PAMPA

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