ECUADOR SIGUE EN LA SENDA
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 27 de abril de 2021  //  05.15 horas, en Bogotá D.C.

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Fue una sorpresa generalizada lo de Ecuador en el inicio del mes, acompañada de temor en la previa. Era poco creíble que Guillermo Lasso y su propuesta tradicional dentro del sistema democrático, tan ajado como erosionado, pudiese imponerse al mesiánico mensaje de los propagadores del llamado Socialismo del Siglo XXI y sus cómplices de agachada. Ya estaba sobre la mesa la amarga experiencia de la Argentina de Mauricio Macri, arrastrada por su fracaso, que tuvo en su consecuencia el volver a los históricos gestores de mayores miserias. El timón se mantiene con cierta firmeza luego del giro diametral de orientación que impuso al actual presidente Lenin Moreno, quien le dio un portazo a su antiguo socio, Rafael Correa, de quien fue su vicepresidente. La deuda externa ecuatoriana a la que debe hacer frente el nuevo presidente da vueltas alrededor de los 60 mil millones de dólares y los ingresos petroleros no alcanzan para amortizar esa abultada cifra. Los commodities siguen inestables en su cotización con tendencias repetitiva hacia la baja, en los últimos años, y solo la soja pareciera repuntar con cierta estabilidad. De la suma de acreencias casi 10 mil millones se deben al país que depreda los recursos pesqueros alrededor de la Galápagos: la China. En ese marco pesimista pocos hubiesen podido imaginar que los seguidores de Rafael Correa no pudiesen torcerle el cuello a los temerosos de una nueva experiencia a la venezolana o de una Argentina sociópata en su dirigencia y a la vista. Pocos días después de su triunfo el mandatario electo de Ecuador declaró que la acción militar que llevó a cabo Colombia en el espacio del vecino, al sur y hacia más de una década, había sido una operación “legítima”.

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Escribe: Rubén HIDALGO

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Pero ocurrió así, como en un juego de lógica difusa y como aquello del “más o menos”, sin precisión posible en la víspera. La propuesta del nuevo presidente electo se impuso sobre el espanto. Eso no significa una alegría plena de continuidad de la bonanza de coyuntura, porque apenas es un esguince ante lo que ocurre en el continente: el riesgo asoma en varios de los países de la región que deben ir al pulso electoral para buscar mayores definiciones en los meses y el año que vienen. Uno de ellos es el Perú golpeado por la pandemia y la inestabilidad institucional. Tampoco Colombia está exenta del señalado peligro. Pero el chasquido de Ecuador indica que no todo está perdido. Esto aunque no pueda decirse que la fórmula triunfadora esté libre de señalamientos sobre el otro gran riesgo que aprovechan los mesiánicos: la corrupción y los abusos de poder tradicionales, que incluyen la propia deformación de los balances democráticos e institucionales.

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La polarización hirsuta y las grietas sociales por razones ideológicas son parte de la sumatoria de los referidos desafíos. Lasso conforma una alianza política cuestionada desde muchos ángulos y sobre no pocos nombres, por una nunca desmentida afición a la volatilidad de la transparencia en el manejo de los recursos del Estado y los intereses financieros siempre ávidos de ganancias, a costa incluso de formas de desbalances sociales desestabilizadores. Es el viejo estigma de las democracias latinoamericanas que, sin ir tan lejos, llevó al electorado de la vecina Venezuela a optar por Hugo Chávez y a su trágica experiencia con máscara de cambio revolucionario. Eso, y con estela más corrupta que la de sus adversarios históricos, como queda demostrado en la evidencia empírica de los últimos años a lo largo de América Latina. En esto el Ecuador no ha sido la excepción y la experiencia de la “revolución ciudadana” de Rafael Correa queda retratada con laguidez en su salida del país que gobernó con rasgos y medidas autoritarias.

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El prestigio del ex presidente también fue erosionado por denuncias y judicializaciones con origen en el enriquecimiento y favoritismo torvo hacia los amigos del poder. Esos relacionados cercanos que eran parte del círculo del propio poder de Correa. Las salpicaduras dejaron marca indeleble, al tiempo que fue motivo explícito para que quien lo siguió en el mandato y fue su vicepresidente, se alejara de la contaminación por la corruptela escandalosa y socialmente impugnada. No solo eso, la caída de imagen de Correa fue un largo proceso de limado que aumentaba cuando perseguía a los denunciantes, entre otros ámbitos, y de manera especial a los ejercían y defendían la libertad de expresión. Eso incluyó a medios y operadores de prensa que siguieron las huellas de la señalada saga degradante, tanto en el manejo de recursos del Estado y efectivización de contratos como en vínculos con la subversión colombiana. Tanto es así, que en el año 2008 las fuerzas armadas del país vecino realizaron una operación militar contundente en territorio ecuatoriano.

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Se hizo para neutralizar la base de operaciones que tenía como punto estratégico y de relaciones internacionales al encumbrado jefe de las Farc, alias Raúl Reyes. No resulta posible suponer que Correa, su gobierno y la cúpula militar que lo acompañaba por aquel tiempo, hubiese podido ignorar la presencia de tan importante guarnición de los irregulares en su propio espacio, cerca de Quito, y desde donde partían directivas y cuadros de guerra hacia Colombia. Además era punto de entrenamiento para grupos subversivos que operaban en otros países. Entre ellos México y Chile, en este último caso para entrenar las organizaciones indígenas que operan en el sur del país austral y que aún están activos e incluso se proyectan en la actualidad hacia la Argentina. En lo que hace a corrupción concreta nada le fue ajeno en consecuencias al mandatario que fue Rafael Correa y que ahora se hizo carne de repudio en el rechazo contundente de las urnas hacia la figura de su heredero.

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Ese mascarón de proa, el joven Andrés Aráuz, fue el candidato que perdió la segunda vuelta electoral ecuatoriana de inicios de abril. El mismo que cargaba el lastre heredado de su protector y de designador a dedazo. Debe aclararse al respecto que el triunfo relativo de la primera vuelta favorecía al luego derrotado candidato del correísmo resucitado. Todo señalaba que resultaba difícil retrotraer la cota de las cifras en la primera vuelta. Pero la cuña de los indígenas, hasta cierto punto imprevisible, hizo saltar las apuestas por una experiencia rediviva del Socialismo del Siglo XXI en Ecuador. Es que los alternativos del tercero en discordia también tenían entre los dientes un ajuste de cuentas pendiente con Correa y se desquitaron con su delfín impostado y casi imberbe. Los seguidores del marginado candidato para la segunda vuelta, que se hace llamar Yaku Pérez, ya habían rechazado a los dos postulantes que terminaron por jugar las cartas definitivas.

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