AVANZA EL GRAN PULSO ELECTORAL II |
ACTUALIDAD // Publicado el 12 de mayo de 2022 // 18.45 horas, en Bogotá D.C.
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El proceso de elección del nuevo presidente de Colombia avanza con el gris que producen la polarización y la grieta que deja esta en la sensibilidad de la gente, entendida como radicalización y negación o aceptación a secas entre un candidato opcionado y otro, o quizá sea mejor decir: dialéctica de confrontación a ciegas e irreversible por ahora. En la trama mucho tiene que ver un cierto hastío. por un lado con la política y los sectores tradicionales de poder y, por el otro, también con quienes levantan banderas de reivindicación, renovación y cambio pero que en realidad son otra forma de lo tradicional o, mejor, del atraso ideológico y político. Eso en referencia a los sectores en la cresta de la ola de la intención de voto, quienes aún no han descubierto que Rusia, China o Vietnam y sus modelos sempiternos de sociedad, aplican en lo interno un régimen capitalista casi de Revolución Industrial, o sea, de un siglo y medio atrás en lo que hace al reconocimiento de los trabajadores y con un autoritaritarismo inocultable en lo político y social, así como de protección del ambiente que los transformadores de pacotilla en el patio prometen salvaguardar. A eso le llaman de manera oronda “revolución”, pero con un misterioso constructo agitador que no pasa de ser una sombría nostalgia de intención violenta y excluyente, tanto o más que la que levantan contra sus contradictores a través de sus banderas de ideología precaria.
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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA
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Ambos candidatos en cabeza de las encuestas mantienen una dialéctica excluyente y también ambos se acusan por lo bajo o por arriba de tener a su lado las mayores sombras, las que espantan por haber surgido en la historia reciente del país. Desde esa perspectiva el pronóstico por lo que viene es malo, o tal vez algo peor para el pesimismo creciente. Un detalle agregado: durante los cuatro últimos días de la semana pasada, incluido el fin de semana, una banda criminal llamada el “Clan del golfo” paralizó casi el 50 por ciento del país, en un arco que va desde el occidente del territorio, hasta toda la costa del Caribe y el occidente, alcanzando la frontera con Venezuela: en la suma, 11 departamentos. No hubo fuerza de seguridad capaz de neutralizar el golpe desestabilizador. Lo demás fueron palabras oficiales, solo eso. Gane quien gane el pulso por el relevo institucional y, por ello, el futuro inmediato sobre la estabilidad del país pareciera quedar en un cierto paréntesis, si no angustioso por lo menos inquietante. El tejido regional al respecto para nada ayuda. Inestabilidad en el Perú, desquicio institucional y económico en la Argentina, incertidumbre en Chile y, en Venezuela, lo mismo que ya se conoce.
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Los señalamientos recientes hacia el candidato más opcionado, en lo que hace a búsqueda de alianzas con condenados por delitos de corrupción estructural, y la exigencia agregada a la destacada aliada y senadora electa, la señora Piedad Córdoba, para que no continúe participando en su campaña, le agrega grises a la marcha del llamado Pacto Histórico. En especial porque Gustavo Petro es el que puntea en las encuestas y, además, ha sido desde antes un abanderado anticorrupción. Esa actitud fue la que lo hizo alejarse del sector de la izquierda al que perteneció, el llamado Polo Democrático Alternativo, que respaldó al entonces alcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, jefe distrital en Bogotá, quien representaba a ese movimiento político. Uno de los denunciantes hace años de lo que se conoció como “el carrusel de la contratación” fue precisamente Gustavo Petro. Hoy es señalado de tramitar por vía indirecta y mano ajena alianzas con aquellos condenados para ganar votos a cambio de la promesa de “perdón social”. El candidato ha negado la intención de alianzas con corruptos, aunque sí alienta el aludido perdón como “factor de reconciliación”.
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Lo que en principio es una intención de reconciliación no ha sido visto de esa manera por sus adversarios cervales y no solo por parte de los voceros oficiales y oficiosos de los otros movimientos en disputa electoral, sino de una parte importante de la opinión. El impacto sobre los eventuales votantes que lo apoyarían en sus aspiraciones no se advirtieron en las encuestas de los siguientes días inmediatos, pero sí de manera leve en las del cierre de abril, y eso puede estar motivado en dos razones. La primera razón de la poca movilidad estadística hacia abajo fue, según los analistas, que la radicalización que en parte está a su favor no escucha razones ni acepta argumentos al respecto. Este segmento entiende los señalamientos como parte de una añeja conspiración contra quien ahora es postulante por tercera vez a la presidencia de Colombia. En ese caso Petro estaría blindado contra cualquier ataque en tal sentido y lo que se haga le resbalará, aunque el empañamiento alcance a su imagen, que fue, el de gran luchador anticorrupción y contra las miasmas del sistema. Un factor fuerte en el origen pero ahora con fisuras.
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La otra razón, posterior y a pocos días de la primera vuelta, es la más inquietante y la indica una curiosa movilidad en los datos: ninguno de sus rivales tiene la fortaleza suficiente como para inquietar la carrera de Petro hacia una victoria que sus allegados vislumbran sin retaceos, incluso como para aspirar a una sorpresa en la primera vuelta. Pero, en contraposición, en los primeros días de mayo pareciera que el efecto “teflón” del candidato de izquierda al fin pareciera resentirse y mostró una leve tendencia a la baja o, mejor, reafirma que su ventaja sobre el segundo en la carrera es en realidad un techo estadístico, en tanto que se rival más opcionado, Federico Gutiérrez, sube de manera veloz en cifras. El corto lapso que resta para la primera definición son demasiado tiempo en una polarización en la que no solo juegan las buenas estrategias, maniobras de cenáculos, alianzas y eventuales escándalos de revelación potencial, como aquel que golpeó a Petro al promediar abril, sino que los miedos, espantos y cambios de decisión en el elector se mantienen potenciados por las expectativas que poco tiene que ver con lo racional sino más bien con lo emocional.
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Las recientes encuestas confirman la tendencia de la antevíspera, con las alteraciones que dejan las laceraciones de las últimas semanas, días y horas. Aunque ya se sabe que todas las encuestas son discutidas y discutibles, tal como lo es cualquier constructo humano sujeto a la crítica necesaria para seguir avanzando, crítica que no de manera necesaria significa impugnación y desconocimiento del otro, el adversario. Pero eso, que sería un ideal necesario y suficiente, no lo es en la actual coyuntura que definirá lo inmediato de la sociedad colombiana. Su futuro a pocos pasos, que incluye el temor plausible de un salto al vacío, tal como ha ocurrido en las últimas dos décadas en el vecindario. Eso y la “guerra sucia” propagandística y cultural, la segunda de largo plazo, aparece de manera pertinaz como parte del actual debate electoral. La senadora que acaba de ser elegida por el Pacto Histórico, Isabel Zuleta, se estrenó en el discurso extremista al declarar en acto público que ellos, los de su coalición política, “quemaron” al rival Sergio Fajardo, quien está a la baja en las encuestas y su posición oscila entre un tercer y cuarto rango de los datos recogidos por las diferentes firmas que realizan sondeos y consolidación de datos de opinión, con distintos niveles de rigor.
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Eso es típico de las dialécticas que usan las izquierdas cercanas: conspiraciones, a veces dentro de las dinámicas que entrelazan diferentes frentes de lucha, como lo alentaba Lenin con maestría y junto a esas dinámicas, la otra: victimarse mientras se victima al rival que, para ellos, será siempre un enemigo a “quemar” o liquidar, sea en una “primera línea” subversiva o en la retórica con pretensión democrática. Es esa una contraposición de “guerra prolongada” sin tercero incluido: blanco o negro, negando los matices que son propios de la lógica democrática, opuesto a la del autoritarismo que incluye la eliminación del “enemigo”. Nada más autoritario como argumentación y a la manera como lo plantea Ernesto Laclau * y sus trabajos exegéticos del populismo latinoamericano. El autor argentino fue un heredero en lo ideológico del pensador alemán Carl Schmitt, uno de los pensadores fundamentales del Nacional Socialismo germano. En otras palabras, lo dicho por Zuleta y lo que desde sus expresiones habrían llevado adelante los estrategas del Pacto Histórico no es solo leninismo pedrero sino también un vulgar fascismo de izquierda, al igual como se muestran otros de la región (aresprensa).
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* Léase de este autor: “La Razón populista”. México: Fondo de Cultura Económica, 2008
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VÍNCULOS : PUTIN, ¡ESE HIJO DE...RUSIA! // CHILE, LLAMADO A LA MODERACIÓN
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