VENEZUELA, SIGUE LA NEGRA HISTORIA
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ACTUALIDAD  //  DOXA  * //  Publicado el 26 de noviembre de 2021  //  18.00 horas, en Bogotá D.C.

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Ganó la forzada puesta en escena de ficción que se realizó hace unos dìas en Venezuela, en este noviembre que finaliza. También es una bajada de telón del proceso de caída avanzada y sin fin hasta ese momento: ya todos los venezolanos que viven en ese territorio están por debajo de la línea tolerable de pobreza, la mayoría en completa situación de miseria: tres de cada cuatro venezolanos ya son pobres estructurales, vale decir, sin esperanzas. De esa manera no es difícil ganar esta y cualquier «elección» del inmediato futuro. Lo han logrado, no es posible saber hasta cuándo se prolongará esta situación intolerable, pero lo cierto es que por ahora es difícil que cambie el vigente panorama y también difícil que cambie porque ya no se puede ir más abajo. Los demás, los jóvenes y las familias que creen en un difícil horizonte de esperanza, ya se fueron del país. Un número cercano a los 5 millones de venezolanos deambula por las calles de los vecinos sudamericanos y centroamericanos en busca de otras posibilidades, también distantes, de mayores expectativas para sus vidas. Luchar contra la miseria fuera del país propio es algo al menos, frente al cierre total de opciones que construyeron los sátrapas asentados en el Palacio de Miraflores, desde hace dos décadas largas. El proceso de hundimiento comenzó casi desde el momento en que Hugo Chávez asumió por primera vez la presidencia del país. Aún seguía siendo entonces la potente Venezuela, uno de los mayores exportadores de petróleo en el mundo, corrupto hasta lo más profundo de su clase política y empresarial tradicional que fue desplazada, pero estos otros son sin dudas peores.

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Los bolivarianos consiguieron un triunfo contundente el domingo 21 de noviembre, ganando 20 de 23 estados y también en la capital, Caracas. En la contracara debe señalarse que fue una victoria con presencia lánguida de la oposición y con un registro de votantes por debajo del 50 por ciento del padrón electoral, lo que mostraría un amplio rechazo tanto hacia el gobierno como hacia los contrincantes, estos con marcado apoyo internacional y fracasos continuados en su intención de doblegar al régimen. Una dinámica de desgaste de opositores y aliados que ha terminado consolidando al oficialismo y vuelve en una suerte de caricatura al relato opositor, aun cuando no sea un esfuerzo estéril, pero casi. Si no es totalmente estéril esto se debe a que la satrapía de Nicolás también es una caricatura, aunque siniestra, pero caricatura al fin y no desde ahora. Todo aquel que pretende ser revolucionario y no pasa de presentar un hirsuto relato hacia el pasado no puede pasar de ser un grito destemplado de lo perverso y las cifras que muestra Venezuela lo son, con un Ministerio de la felicidad incluido.

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La pobreza generalizada y por ahora irreversible es apenas uno de los índices de ese relato. Infantilismo revolucionario le llamaba Lenin a esas convulsiones políticas que pretendían ser lo que no podían ser y terminaban en tenebrosas parábolas, tal como lo son al igual que Venezuela tanto Nicaragua como Cuba, para citar solo tres ejemplos regionales. La historia ya no los absuelve ni los perdona como sucedió durante tantas décadas con Stalin, Ceaucescu, Honecker y tantos otros como ellos a lo largo del siglo XX. Hoy la militancia de los cómplices desde el llano y en el mundo son impotentes ante la fuerza de las redes sociales y de las demás tecnologias que hacen que un soplo de denuncia tenga alcance viral y sincrónico hasta límites insospechados e impensable hasta hace pocos años. Hoy estos personajes que se han calcificado en el poder venezolano no pueden ni podrían ocultar la quiebra a la que han arrastrado a su país y la manera como han miserabilizado a su población, la misma que ellos siguen sosteniendo que defienden y representan.

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La ronda de conversaciones que se celebraba en México hasta hace pocas semanas abrió de nuevo una puerta que se había cerrado en varias ocasiones y se volvió a lo mismo, porque estaba de antemano condenada como tantas veces antes. Todo lo hecho en la previa ha fracasado, a veces de manera desquiciada, pero ese es un toque de la genética del régimen . Más allá de las especulaciones al respecto nada parece conmover ni agobiar a los neogorilas de Caracas y a quienes están en su cúpula. Los problemas estructurales del país, los creados durante las dos décadas largas del chavismo en el poder y los que venían del pasado no dan muestras de retroceder. Antes por el contrario. Ninguna de las perversiones y sombras que prohija lo impuesto en Venezuela muestran una tendencia al cambio. El manejo despótico de la administración y el capitalismo de amigos que generó el esquema bolivariano, entre los que está aquel preso colombiano de Cabo Verde, Alex Saab, es un exponente emblemático. Ahora Saab sigue preso pero en los Estados Unidos, como reo testigo y operador de excepción.

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En el entretantoe se espera que también llegue a los Estados Unidos el otro capturado con gran bagaje de secretos chavistas, el «pollo» Hugo Carvajal. Ambos son verdaderas cajas de pandora y conocedores de las cuentas negras el chavismo, si es que pudiese haber alguna de ellas que no lo sea. Dentro de todo este panorama se celebró el remedo de elecciones que, como en Nicaragua, tienen de antemano asegurada una victoria amarrada. El fraude con sus múltiples cabezas posibles tiene en Venezuela como en Managua la artesanía necesaria y suficiente como para hacer que la trampa se sostenga en el tiempo desde antes, ahora y hacia un ignorado futuro. El proceso lento de cierre de ventanas y puertas hacia una democracia no contamnada llega así a sus etapas culminantes. De ahí en adelante, tal como ocurrió con iguales regímenes de Europa y Asia, seguirá cocinándose el oscuro caldo de la dictadura quién sabe hasta cuándo. Al parecer han podiddo armar en su interior una patología colectiva que se llama desesperanza o indefensión aprendida.

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Se trata de una manera de evitar la resistencia a la agresión y aceptar castigo permanente como si fuese algo natural. Una suerte de inevitable castigo bíblico. Es una sociopatía que se construye desde la instancia de poder, cualquier forma forma de poder, en tanto sea autoritario, despótico o tiránico. Puede suceder en el interior de una célula familar, en el trato interpersonal y también en los grandes conglomerados. Es una forma de alienación amplia que acepta el sometimiento. El argumento de sostén para esta enunciación está en la teoría de Martin Seligman que la elaboró a lo largo de sus estudios científicos y la hizo pública. El colectivo se adapta a la agresión permanente para poder sobrevivir en condiciones de vida limítadísimas y con la certeza de que no es posible escapar del cerrojo ajustado. Las bolsas Clap de alimentos de baja calidad son preferibles a impugnar en las calles al tirano. Los que pueden resistir se van y eso es lo que alienta la dictadura para desalentar a los díscolos que resisten, los que no pueden hacerlo o no quieren, se quedan. Ahí se cierra el círculo que no será eterno, pero que por ahora se prolonga (aresprensa).

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* La columna Doxa expone la posición editorial de la Agencia de prensa ARES

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VÍNCULOS : ARGENTINA: FRENO AL KIRCHNERISMO 

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