UN NOBEL DE ZANZÍBAR
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PATRIMONIOS CULTURALES  //  LETRAS  //  Publicado el 14 de octubre de 2021  //  18.45 horas, en Bogotá D.C.

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No es frecuente que África aparezca entre los candidatos favoritos al Nobel de Literatura y es por eso que cuando un africano se lleva el premio surge la sorpresa. Pero África escribe y busca transcender la encrucijada que suele ser una trampa en la descripción de su rica historia propia y la vinculada con la saga colonial junto a sus derivados: el esclavismo y los complejos conflictos posteriores a la aún reciente independencia de sus unidades nacionales. Mucho más acá en el tiempo también emerge el choque entre tradiciones y el terrorismo con máscara, que persiste sin solución de continuidad. África escribe y mucho, aun cuando no siempre su literatura sea conocida en Occidente de la misma manera como pareciera haber indiferencia de los grandes centros mundiales de publicación y difusión ante lo que se produce en letra en esa parte del mundo. El premio que se conoció hace una semana se le concedió a Abdulrazak Gurnah y era aun menos esperado de lo que pudiere suponerse. El ganador es de la profunda Tanzania, un paìs repleto de misterios ancestrales y de las mayores reservas naturales que es posible encontrar en ese continente. Alberga además puntos geográficos míticos que han llenado la literatura y el cine: la amplia región y parque de Serenguetti, además del Kilimanjaro y Zanzíbar. En esta isla autónoma que es parte del país nació el flamante Nobel de Literatura. También nació allí Freddy Mercury, el malogrado cantante de «Queen» cuyos orígenes étnicos estaban en Irán y la India, en tanto que los religiosos estaban en el culto milenario a Zoroastro, o Zaratustra, como lo diría el pensador alemán Friedrich Nietzche. Eso es parte del entorno cultural que rodea al ignoto ganador del Nobel 2021.

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Es el quinto africano laureado con el máximo galardón, aunque son más, en la entrega de estos premios para los que en la previa nada está asegurado hasta que los jurados de la Academia toman la decisión definitiva. Por eso quedaron atrás los que siempre están en lista de espera y siguen esperando. Algunos de ellos nunca han dejado de esperar y en eso los sorprendió la partida a alguna dimensión diferente a las encuadradas en el espacio y el tiempo. Del norte de África fue Albert Camus, aunque pasa por francés, y si lo fue quedó de alguna forma ninguneado como «pied noire»; vale decir señalado de manera peyorativa como un francés nacido en Argelia. De allí también son los sudafricanos Nadine Gordimer y J.M. Coetzee, así como el egipcio Naguib Mahfouz. Es una suma incompleta pero válida para esta breve ilustración. Lo es además para señalar que si el conflicto y su compromiso con el mismo es la base elemental de un buen escritor, lo es más para los africanos.

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Gurnah no está para nada excluido de esa trama que lo determina, así como le ocurrió a Camus, al igual que sucedió con Freddy Mercury, quien no fue escritor pero sí leyenda y mito de la canción contemporánea. Pero el nuevo Nobel africano tiene una diferencia elemental con sus predecesores de origen continental enumerados, no es blanco. Eso es una marca de distinción que lleva en su transversalidad literaria y en su génesis, porque al igual que Mercury fue un excluido de sus condiciones raizales, en lo que hace al terruño propio, y se refugió en Inglaterra desde muy joven. A diferencia del cantante, que se asimiló a la cultura adoptiva como lo señala su música, Gurnah mantuvo su pesado y doloroso bagaje cultural, y desde lo personal lo convirtió en el tejido de sus novelas, las que reflejan el drama colectivo de este tiempo: la continuidad del colonialismo, incluso a través de eufemismos, guerras de baja intensidad y biopolìtica por debajo de la mesa con desafìos tecnològicos. Eso junto con el aumento de los refugiados en flujos interminables.

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En otros términos, pareciera que nada ha cambiado en el curso de las últimas décadas, esto si se tiene en consideración que hace más de medio siglo alrededor de un millón de pieds noires franceses y argelinos descendientes de aquellos que habían llegado al norte de África desde el siglo XIX, escaparon de la que fue colonia francesa. Nada parece haber cambiado a lo largo del tiempo desde entonces hasta ahora, cuando es observable que se amplían las columnas de caminantes en América Latina y siguen las improvisadas balsas y precarios barcos cruzando el Mediterráneo, buscando libertad, trabajo o en la búsqueda de un espacio donde pueda anidar alguna utopía elemental, como lo es el seguir viviendo con un proyecto de vida que no va más allá de eso: el simple vivir. Salvo por los temas que aborda, más que africano Gurnah es ahora un escritor inglés, no solo por escribir en esa lengua, también por lo que defiende como valores de Occidente. En esto se equipara con el Nobel V. S. Naipaul, quien nació en Trinidad y Tobago y llegó a Londres con la misma edad del tanzanio de Zanzíbar.

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Todo esto es importante de tener en cuenta porque casi todos los Nobel de literatura africanos escriben en las lenguas de aquellos que los colonizaron, casi, salvo el egipcio Naguib Mafuzh (Nobel 1988) quien escribió en árabe. Aunque de alguna forma en contravía, las raíces culturales islámicas de Gurnah lo identifican con el premiado egipcio que lo precedió. El tanzanio fue un refugiado y Mafuzh en Egipto fue declarado hereje por los grupos radicales. Es como si nada hubiese cambiado o que se mantiene aquello del retorno eterno, que trajo al presente en argumento Arnold Toynbee. Es la vuelta de lo que una parte de la humanidad rechaza, como imperativo de la Modernidad en su mejor faceta: la exclusión y la condena para el que piensa y cree con mirada diferente. Esto de los premios universales para quienes escriben en inglés sobre al realidad del África y el hecho de que solo uno de ellos lo hace en otra lengua, aunque también hegemónica de una parte el mundo, no es una simple enunciación: en aquel continente se hablan más de dos mil lengas ancestrales, ¿será que ninguna de ellas merecerá alguna vez un premio mundial?

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El escritor que de golpe saltó al estrellato universal, sin transiciones, comenzó a producir su obra a fines de la década de los 80, tiempos de grandes cambios geopoliticos, de los debates sobre la presunción del fin de la Modernidad y de la erosión de los mitos sobre la estatura moral de aquellos que cuestionaron al capitalismo y la democracia liberal. En ese curso se mantuvo la añeja impugnación al colonialismo que acompañó a buena parte de la parábola expansiva del eurocentirsmo occidental moderno. Pero la causa de la condena jamás se disolvió durante ese proceso varias veces centenario, si se anota entre esos criticos a Bartolomé de las Casas. Gurnah es parte sesgada de esa larga lista de impugnadores y sus tres primeros libros lo señalan: «Memory of departure», «Pilgrim way» y «Dottie». Al español se han traducido tres obras posteriores: «En la orilla», «Paraíso» y «Precario silencio», esta otra parte de su obra fue elaborada entre los 90 y el inicio del siglo. Una de las más pregonadas antes de ser galardonado con el Nobel, es una de las recientes, «Desertion», una saga sobre el amor imposible entre un europeo y la hija de un inmigrante indio en Zanzíbar, el terruño del novel e inesperado Nobel (aresprensa).

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VÍNCULO : UNA HÍBRIDA FILBO 2021

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