ÚLTIMO DUELO
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PATRIMONIOS CULTURALES  //  CINE Y ARTES VISUALES  //  Publicado el 18 de ocutbre de 2021, Bogotá D.C.

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Al promediar la semana anterior se estrenó en Colombia la película «El Duelo Final». Uno de sus atractivos es la actuación protagónica de Matt Damon, aquel de la «Supremacía Bourne», casado con la argentina Luciana Barroso, quien le enseñó a hablar español. Pero este nuevo rol de carácter y acción del famoso actor es mucho más de lo que ha mostrado en su extensa flmografía, dirigido aquí por el legendario Ridley Scott. El mismo de «El Gladiador», por la que se hizo con varios Oscar. El mismo realizador que puso en pantalla tantas otras producciones de culto, como «Alien», para no ir màs lejos. Esta del duelo medieval es para mirarla con mucha cabeza y mucho bagaje, pero también para entretenerse. Es decir, para ser vista tanto con ánimo desprevenido, o con entrelíneas que dan para el espectador crítico y acostumbrdo a leer el texto fílmico con menos simpleza. Esta película da para eso y mucho más, como queda dicho. Se trata de un trabajo con trama en el final de la Edad Media y con el trillado conflicto entre caballeros de lanza y corcel, pero ahí no se queda. La mirada se mete en los conflictos humanos con perspectiva de época, mezclado con un enfoque contemporáneo sobre lo que es y lo contrafáctico. Vale decir, aquello que pudo ser y no fue pero podría haber sido o puede llegar a ser. Scott es un maestro en esto de hurgar en el pasado y manejar el guión y la cámara con un rigor obsesivo. Podría decirse que es una labor como la de aquel científico que trabaja con probetas, microscopio y peligrosos microorganismos que pueden generar plagas. Nadie puede olvidar, para traer al presente solo un detalle, aquella famosa batalla en la bruma de los bosques germanos, entre las legiones romanas y los guerreros teutones, que es casi el inicio de la parábola del gladiador encarnado por Russell Crowe.

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Articulado con la justa medieval, el argumento aborda el conficto que enfrenta a un cabllero francés con otro de su misma estirpe. Esa línea se cruza con los intereses del rey y con lo que deben determinar la justicia y la Iglesia. Todos como poderes de época enfrentados, ante un reclamante que exige la reparación de su honor y el de su esposa, violada por el otro caballero -de los de entonces- que había sido su amigo, con camaraderia construida en el campo de batalla. Pero ocurre que los duelos de ese tipo habían sido prohibidos para la época. No porque en esa Francia de la Baja Edad Media tales enfrentamientos no hubiesen continuado sino porque lo que había sido excluido de la norma eran las confrontaciones duelistas de caballería, que se semejaban a los torneos que todo el mundo reconoce como ejemplos de lo que fue esa época, entre los siglos VII y XV. Pero el rey decide autorizarlo para imponer justicia, puesto que el campo de la liza y la muerte de uno de los duelistas dejaba a Dios como el supremo juez, con base en la supervivencia del vencedor.

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El hecho y el texto del filme está tomado de una circunstancia histórica que en verdad ocurrió hacia el año 1386. Los contendores fueron Jean de Carrougges (Matt Damon), el demandante, y Jacques Le Gris (Adam Driver), el ofensor. El intérprete de Le Gris fue hace un año candidato al Oscar. Junto con ellos, Margarita de Thibouville (Jodie Comer). El guión fue escrito por Damon y su amigo Ben Affleck, lo que muestra otra faceta del talento de ambos actores, puesto que la situación planteada en el cruce histórico del enfrentamiento personal es bien intrincada en la historia de aquella Europa, contemporánea con el reinado de Carlos VI. Un monarca conocido de manera indistinta y contrapuesta con los remoquetes de «El Loco» y el «Bien Amado». Solo ese aspecto daría firmeza a la idea de complejidad del argumento pero, como en el resto, hay más. Francia estaba enfrentada por entonces en una guerra civil entre la casa de Borgoña y los Valois que ocupaban el trono. Además, los franceses intervenían con escasa fortuna en el conficto entre Londres y los escoceses. Eso llevó a una alianza entre ingleses y borgoñeses, que destrozó a Francia y al mismo rey Carlos.

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Fue la época en que apareció en escena Juana de Arco, aunque esa figura de leyenda para los franceses no figuró en esta historia, sí lo hace un joven rey con una risita ridícula que pareciera no caber con el entramado del filme. Eso tiene una razón: el monarca en efecto era delirante y padecía desvaríos con frecuencia y a veces con el desenfreno que caracterizaron no solo a él sino también a los demas Valois. Dentro de ese marco, Ridley Scott maneja los trámites ante y entre los jueces quebrando los tiempos. Lo hace con maestría aunque a veces los entronques de escenas para dar coherencia a la trama son repetitivos y dejan sensación de tedio. Otro detalle es que el escrito no reincide el estereotipo de una Edad Media gris u oscura. Jacques Le Goff ya había puesto patas arriba esa idea generalizada y reiterada. Así fue porque en ese tiempo medieval se gestaron y fundaron las primeras universidades y se insistió en el ejercicio de imponer normas racionales en lo social, sin abandonar la idea de un Dios rector de lo universal, que había iniciado Tomás de Aquino, con base el pensamiento lógico aristotélico.

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Esa manera de ordenar el mundo, con la herramiento del derecho positivo, desemboca en el pensamiento de Descartes y su manifiesto de la Modernidad, que es el «Discurso del método». Esto tampoco lo dice el filme pero se presenta entrelíneas en el texto y en la discusiones de abogados y eclesiáticos que son parte del guión. El texto escrito del filme incluso toca el tema del analfabetismo en el choque del iletrado reclamante con la formación en el interior del monasterio que exhibía el acusado de violación. Esto último resulta ser un golpe por elevación para la Iglesia, en lo que pareciera se trata de demostrar que los escándalos al respecto no son nuevos. El analfabestismo en cambio era lo normal en esos tiempos sobre todo entre los nobles que despreciaban a los ilustrados porque la virtud entonces era el estar capacitado para la lucha y tener valor en la batalla , no en la lectura. Pero aunque una parte de los comentarios sobre esta realización suponen que el hecho de que la violación -el centro del problema, en esta obra- lleva agua para el molino de la vigente militancia de género y el feminismo de barricada, hoy de moda, lo cierto es que no lo es.

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El demandado Le Gris argumenta que el acceso a la esposa del ofendido fue consentido. Clamó por su inocencia hasta el mismo momento de su muerte y aun así quedó como culpable, porque Dios decidía todo con el resultado del duelo. Tenía en su favor el hecho de que esto del desvío de las normas impuestas en este tema era común no solo para esa época sino también para las anteriores y posteriores, y tampoco solo por parte de los hombres, también desde el lado femenino. Le Goff reseñó en sus libros que el divertimento generalizado había sido la regla entre guerras de las comunidades europeas, tanto de campesinos como en las cortes. Quienquiera que además del historiador francés haya leído el libro «Risus Paschallis», de la italiana María Caterina Jacobelli, comprenderá lo que señala esta columna y el sentido que le dieron al tema los guionistas a su película, además de lo que pretende significar el realizador Scott. Al no poder los hombres resolver el entuerto con la ley en la mano, los hombres dejaron el retorno al equilibrio en la decisión de Dios y en el resultado del combate, sin que se pudiese definir quién decía la verdad.

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Hasta la propia madre del ofendido aparece en la escena condenando a la mujer del guerrero y señalando que lo ocurrido era lo «normal», ocupando ella el rol de malvada. La conclusión del drama en la idea de la anciana pareciera señalar que el cuerpo de la mujer ha sido siempre una trinchera de guerra válida y asi siguió el atropello de manera persistente a lo largo del tiempo. Pero esto es otro tipo de moraleja que deja este último duelo de valores y concepciones, que supieron hacer concreto, por ejemplo, las tropas soviéticas en su ingreso a territorio alemán entre enero y mayo de 1945 o, más acá en el tiempo, los armados que se enfrentaron en Colombia durante más de medio siglo, y aún lo hacen por fuera de la ley que exige respeto por el otro, incluida la inviolabilidad de los cuerpos. En otro orden, esta película que también podría convertirse en una realización de culto, vuelve al tema de los duelos y los que se baten ellos. Vale recordar que el primer filme presentado por Scott hace más de cuatro décadas, fue «Los Duelistas», con una historia parecida no igual, también ambientada en Francia pero en tiempos de Napoleón (aresprensa).

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VÍNCULO : VETERANAS LEYENDAS EN PANTALLA

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