TORRES GEMELAS, AÚN DEMASIADAS DUDAS |
ACTUALIDAD // DOXA * // Publicado el 21 de septiembre de 2021 // 21.30 horas, en Bogotá D.C.
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Veinte años después del acto de guerra contra los Estados Unidos -eso fue el ataque contra las Twin Towers de Nueva York- la conmemoración de la tragedia mantiene un manto de niebla sobre las necesarias respuestas a preguntas que surgen del cuadro de situación previo y durante la tragedia colectiva. La cantidad de muertes de civiles en el llamado «punto cero» se sobrepuso en significación a la audacia de la acción terrorista en sí misma, pero para quienes planearon la cadena de hechos esos civiles no fueron inocentes víctimas del plan que incluyó el suicidio de los operadores tácticos y, por lo tanto, no podían ser excluidos de lo que para ellos era y sigue siendo una guerra integral y de largo plazo e intensidad plena, además de universal. Una guerra en la que para ellos, los terroristas, no hay consideraciones de moderación por criterios como el del respeto a los derechos humanos: el de la vida, la libertad, la expresión y otros similares en línea, dentro de lo que en Occidente se entienden como límites a la acción militar y en el escenario de «las leyes de la guerra». Uno de los mayores críticos del papel de la familia Bush en el negro cruce fue el controvertido intelectual Gore Vidal, quien fue criticado de manera descarnada por las sospechas que generaba lo liviano que había sido el camino recorrido por los autores del atentado. Vidal era un veterano en recibir pedradas del establecimiento del cual era parte genética, pero al que confrontó desde muy joven con sus visiones liberales y disruptivas.
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Esto del extremismo y sus acciones bárbaras no solo vale para quienes ejercen el terror desde allá sino también para los extremistas parroquiales, los propios, siempre
dispuestos a usar los derechos universales y levantarlos como propaganda política pero negarlos cuando están frente a los que ellos ven como sus enemigos. La conmemoración y sus zonas grises taparon también
otro desastre tan reciente como anticipatorio: la retirada de las tropas occidentales de Afganistán. Los avisos que llegan por parte de quienes conocen lo profundo de la concepción talibán recuerdan no
solo la noción de su invencibilidad histórica de los afganos en terreno propio sino también al hecho de que el ahora del Afganistán que ellos controlan pueda reconvertirse en un laboratorio y centro
de planeación del terrorismo mundial, tal como ya lo fue. La alarma al respecto no solo suena en esta parte del mundo. China y Rusia ya la hicieron sentir y no es para menos, estos otros son interlocutores
válidos de un mundo que ya no es unipolar, como lo fue por una década luego de la caìda del muro en la capital alemana, hace tres décadas largas.
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Mucho antes de esos hitos cercanos en el tiempo, durante la Segunda Guerra Mundial, se abordó en Berlín lo que algunos aún llaman Betrieb Amerika (Operación América). Esto fue, el bombardeo de la costa Este de los Estados Unidos, sus centros industriales y, en especial, Nueva York. La idea central
del Reich al producirse la entrada de los americanos en el conflicto, fue la de vulnerar la retaguardia estratégica de las fuerzas aliadas, porque eso fue el continente americano y el país comprometido de manera
directa en la confrontaciòn universal. El estado mayor de la Luftwaffe ordenó el diseño los bombarderos estratégicos que llevarían adelante el propósito estratégico.
Era algo que parecía imposible por entonces, pero la tecnología alemana de la época estaba en condiciones de hacer viable la propuesta, aunque no necesariamente tuviese la capacidad industrial para hacerla
concreta. Estuvo cerca de alcanzarla. Tuvo un bombardero estratégico en condiciones de cumplirla, con escaso número de unidades disponibles, aunque capaces de hacer el trayecto entre Europa, la costa americana
y en condiciones de retornar a casa por cuenta propia.
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Uno de ellos fue el Me 264. Además casi hasta el final de la guerra los científicos e ingenieros germanos (en particular
los famosos hermanos Horten, Walter y Reimar) trabajaron en prototipos, algunos a reacción, que pudiesen hacer la tarea. Entre otros apareciò el Arado E-555. El Amerika Bomber no pretendía erosionar el poder industrial de los americanos sino socavar la confianza en la
presunta invulnerabilidad de esa retaguardia, que era inagotable fuente de material, hombres y alimentos para el esfuerzo bélico, como en efecto lo fue. La certeza de un país americano a salvo del ataque enemigo
siempre fue un bocado inapreciable para quienes han desafìado la hegemonía americana y los valores que se consideran de Occidente. Hace 20 años los extremistas musulmanes le dieron curso de manera trágica
al viejo sueño que acariciaron los alemanes y también los japoneses sobre la costa oeste norteamericana. Algo importante de tener en cuenta si se entiende que lo de los alemanes de antaño y los extremistas
del Profeta ahora no fueron ni son intenciones aisladas y lo màs probable es que se siga intentando repetir lo que algunos pretendieron y estos otros consiguieron, con cualquier elemento y vía posible.
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Foucault no hace mucho tiempo arriesgò la teoría de que la biopolítica podría ser más importante que la geopolítica. Eso debe entenderse como
una renovación de la visión de Clausevitz, en el sentido de que se puede alcanzar la victoria no solo mediante la aniquilación del enemigo sino también doblegando su voluntad de resistencia y lucha.
Vale decir, ganando la subjetividad de hombres y pueblos. Cambiar el apoyo de la población civil a sus soldados o hacer que la dirigencia política de un país o el mando militar reviertan la opción
de la victoria, tienen que ver con las concepciones de Clausevitz y las de Foucault con dos siglos de diferencia entre los escritos de uno y otro pensador. Lo ocurrido en Viet Nam hace medio siglo y ahora en Afganistán
le dan la razón tanto al teórico alemàn como al francés. Otro detalle de esa línea de pensamiento y de sus contradicciones se puede advertir en el proceso de desarme de las Farc en Colombia.
Las fuerzas armadas del país cafetero doblegaron la voluntad de lucha de la subversión embanderada con las Farc, no obstante estas obtuvieron una victoria de hecho en la mesa de negociaciones.
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Pero las guerras no suelen ser lineales en su devenir, pues no siempre los buenos planes se cumplen como establecen los estrategas. Tampoco es lineal la historia, con frecuencia sujeta a los vaivenes de la guerra, y aquello de que la primera sacrificada en una contienda de proporciones es la verdad, se convierte por paradoja en una verdad de a puño. Las preguntas al respecto siguen en el aire: ¿por qué no hubo una repuesta inmediata de la fuerza aérea cuando los aviones de pasajeros tomaron un destino errático y en secuencia hacia los blancos, lo que daba tiempo para esa respuesta?; si la inteligencia ya tenía señales anticipadas y antecedentes inmediatos de lo que se tramaba, ¿por qué no se tomaron medidas adecuadas y a tiempo?; ¿hasta dónde llegaban las relaciones de negocios entre la familia Bush y la de Osama bin Laden?; la familia de la monarquía saudita, ¿ignoraba la dimensión de la trama?; son demasiadas incógnitas sin respuesta que siguen ahí. Demasiado como para pasar por alto no obstante el devenir, entre otras cosas porque el costo de esta guerra ha sido demasiado alto para la humanidad y porque los riesgos y peligros acechantes siguen y se incrementan. Tal como ya se vio en la Argentina, de ello no está libre América Latina (aresprensa).
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EL EDITOR
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* La columna Doxa expone la posición editorial de la Agencia de prensa ARES
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