LO RECIENTE DE CUBA NO SE ADVIRTIÓ |
ACTUALIDAD // DOXA * // PUBLICADO el 12 de agosto de 2021 // 17.00 horas, en Bogotá D.C.
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Lo de Cuba no se veía venir pero debió anticiparse. El mal, dicen los saberes ancestrales, no puede durar para siempre aunque lo bueno tampoco sea eterno, salvo en el ultramundo que no conoceremos en vida. Lo cierto es que Cuba estalló en julio pasado sin que se sepa si es algo más de lo ocurrido en el pasado reciente o si en realidad se trata de un camino de agitación y descrédito sin retorno del asfixiante régimen. Ese que se supuso a sí mismo cristalizado e indelegable en la voceada voluntad popular, la de su propio pueblo. El mismo pueblo que ya no siente a sus opresores como parte de su naturaleza, la que alguna vez se pretendió fuese revolucionaria . «Patria o muerte» fue el eslogan sempiterno de aquellos que se volvieron gerontes y siguieron barbudos y fundamentalistas desde la entraña hacia adentro. Los que bajaron de la Sierra Maestra y se quedaron con todo, incluida la libertad y dignidad de los más. El eslogan fatalista también lo fue de sus herederos inmediatos, pero algo cambió de pronto, aunque se cocinaba desde hace mucho.
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«Patria o vida» es la consigna de la hora de los nietos de aquellos que creyeron o hicieron creer durante tanto
tiempo que habian hecho una revolución hacia adelante, como debería ser un cambio social diametral. Nada más opuesto ni nada más radical en momentos en que la América que fue iberica y lo
sigue siendo en su cultura, bulle en oposiciones bipolares. Es curioso que quienes fueron las caras inaugurales de las protestas masivas y multitudinarias en las calles de las ciudades cubanas hace
un mes corto, sean los artistas contemporáneos y exponentes de expresiones estéticas consideradas banales. Las que bajo el genérico calificativo de urbanas se apropiaron de una síntesis con tanto
impacto simbólico. Se trata de un rechazo vertical a lo que fue un ampuloso horizonte de giro histórico. El mismo que hoy aparece anquilosado e incapaz de dar respuestas a las demandas urgentes de la población
frente a la que la dirigencia enfrenta y ante la que se evoca como vocera, desde el inicio y a cada instante. Pero lo cierto es que lo prometido nunca se cumplió a cabalidad o que se ha pagado un precio histórico
demasiado alto para unos resultados que en la suma no cierran. Casi 400 prisioneros capturados durante las protestas siguen en las mazmorras cubanas, sin derechos ni procesos.
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Presos sin que se sepa cuál será su futuro, el que se adivina para nada auspicioso. Esto que ahora sucede en Cuba es una suerte de revival de lo sucedido en la Unión Sovietica después de Leonid Bréznnev y de Mijaíl Gorbachov, la Rumania de los Ceaucescu o la Alemania Oriental de Erich
Honecker. Una película rusa de inicios de los 80,, «Estación para dos», ya anticipaba el derrumbe de la sociedad cuya construcción inició Lenin y consolidó con los mayores genocidios el mitificado Josef Stalin. Parecía inconmovible ese país
y sociedad de los nuevos zares pero se cayó como una pirámide de naipes a la vista de todos. Los buenos entendedores lo habían previsto mucho antes también desde la estética, entre ellos
el Nobel Boris Pasternak y los autores de aquel guión de amor ferrocarrilero que hicieron la película casi una década antes (1982) de que las cosas se precipitaran. Ninguno de los protagonistas de esas
historias, las de ficción y las reales, había dejado atrás lo que se ha llamado «alma rusa»: ni en ternura ni en crueldad. Lo ocurrido fue simple: las cosas no funcionaban. Lo sucedido hace
30 años en Europa debió ser una lección para los que persistieron en el empeño, debió ser así en esta parte del mundo. Pero el atraso es tozudo incluso en lo ideológico.
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Por eso no se advirtió a tiempo lo de esta hora en Cuba, al menos no para la mayoría. No se advirtió aunque hubo aquellas señales locales previas. Una fue
la sucedida al caer la Unión Soviética cuando la nueva federación que integraron los rusos con los pedazos de lo que fue la patria socialista decidieron soltarle la mano a los cubanos. Era Cuba por entonces
un enclave colonial demasiado caro como para mantener una Guerra Fría que parecía haber llegado a su fin. El salvavidas temporal y cargado de petróleo que les tiró más tarde Hugo Chávez
después del llamado «periodo especial», no fue suficiente para atenuar las limitaciones que el régimen siempre le achacó a sus adversarios y a un destino geopolitico desafortunado. Nunca los
fracasos en esa mentalidad pueden adjudicarse al encono doctrinario e ideológico sino siempre a los otros, los críicos . El imperio denostado a pocos kilómetros de la Isla ablandó la mano en los
últimos años y eso dio un poco de respiro pero las cartas jugadas ante los vientos de un relativo declive del aislamiento seguían siendo insuficicientes. El «pobrismo» como ecuación
insoslayable del espíritu de ese «nuevo hombre» que prometía el ideario guevarista, no pareció adecuado para convencer a las nuevas generaciones, quienes empezaron a mirar la realidad externa
con una visión diferenciada a la de los jefes de hogar y, sobre todo, de la nomenklatura gobernante.
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Por otro lado, y sumado a lo visto desde la atalaya propia, las diferencias entre los familiares que en diferentes oleadas habían migrado y la obligada pobreza propia hacian más
inconsistente el relato de alcanfor de los líderes isleños, que no se privaban ni se abstienen de consumir de lo que sí carecen la mayoría de los cubanos. Desde un simple pantalón jean a las toallas higiénicas o los elementales medicamentos, entre tantas innumerables necesidades cotidianas que se multiplicaron en los últimos tiempos. También
se adicionaron las penurias históricas y la subalterna resignación mostrada por los padres y abuelos de los jóvenes. Eso fue hasta la víspera de la erupción multitudinaria de inicios de mes
pasado. La memoria de los balseros al comenzar los 90 y la llegada limitada de internet, así como de las redes sociales, hicieron que lo que habían sido manifestaciones aisladas y limitadas en el tiempo, adquiriesen
un tono diferente y desafiante en magnitud y masividad, a las expresiones previas de las últimas décadas. Ahora el pulso entre autoridades y manifestantes es diferente y marcado en cantiidd y calidad. El grito
y consigna que ganó la calle es de fuerte volúmen político y simbólico, pero no contrarrevolucionario, a contrapelo de lo que dicen las autoridades cubanas, incluido Miguel Díaz-Canel.
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Dos factores, incluso más que el producido por el impacto tecnológico, contribuyeron al desborde: el hambre nunca acotado en los años de revolución y como
carencia que se profundiza y lo hecho por impacto en el año largo de pandemia. Las cifras oficiales sobre este último drama son grises, tal como lo son también en Nicaragua y Venezuela. El conocimiento
para nada transparente al respecto y su uso son un factor de juego político. Lo usa el gobierno de la isla para hacer suponer que controlan la expansión de la plaga, y también lo hace la oposición,
ambos hacen de la tragedia otra trinchera de confrontación. Es claro que más allá de los llamados a la concertación y el retorno a un ambiente difícil de relativa tranquilidad, no alcanzan
para saldar la brecha de mejor voluntad para construir vías de acuerdo. Esa posibilidad se torna cada vez más difícil por la sencilla razón de que la radicalización ideológica en particular
desde el poder, obtura los caminos eventuales de salida. Tanto los de los protagonistas como los que se abren con las propuestas de sectores con intereses en apariencia independientes, como podrían ser los que surgen
desde el exterior. Eso incluye a Europa y los Estados Unidos, sin dejar de lado las voces de Moscú o la China.
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Pero nada de lo que pasa en el entorno o en el interior puede desconocer que el más de medio siglo de revolución está en un callejón sin salida, con embargo
o con bloqueo y también sin ellos. Solo la barricada oficial niega que el camino emprendido hace más de medio siglo en Cuba no tiene respuestas de corto o largo plazo. Nadie sacará a los cubanos del profundo
hoyo de miseria y aislamiento si no se cambia de rumbo de manera diametral. También es certero que a ninguno de quienes integran la nomenklatura cubana le pasa por la cabeza el cambiar la brújula que transita sin remedio un paisaje gris o negro tanto como sin porvenir. No lo piensan ni lo quieren tampoco
quienes en el entorno siguen suponiendo que el camino cubano es el correcto. Cuando se señala el entorno, se hace referencia a los Correa, los Chávez, los Kirchner, los Ortega y similares. Ahí están
esos otros y ya demostraron y siguen mostrando de lo que son capaces para negar la realidad. No es necesario mostrar detalles, todos los vieron antes y los siguen palpando ahora. El relativo éxito de Lula da Silva entre
esos pares no cambia las condiciones generales de la ley de coherencia que señala el fracaso del camino socialista de las sociedades modernas, al menos por estos lares. Es la senda que lleva a la tragedia en cualquiera
de sus variables multidimensionales (aresprensa).
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EL EDITOR
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* La columna Doxa expone la posición editorial de la Agencia de prensa ARES
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VÍNCULO : CATÁSTROFE BRASILEÑA
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