NOBEL 2020, PARA UNA MUJER POETA
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Patrimonios culturales  //  LETRAS  //  Publicado el 11 de octubre  de 2020  //  20.30, horas, en Bogotá D.C.

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En buen momento parecen cerrarse las contradicciones que golpearon en los últimos años a los procesos que enmarcan la nominación anual del premio Nobel de Literatura, conocida al promediar la semana que  se cierra. El prestigio quedó mellado por un manejo laxo en los trámites previos que definen hacia dónde se inclinará la definición sobre el lauro y el premio mismo. No había necesidad de caer tan bajo, como ha ocurrido con el controvertido premio de paz, dadas las aún controversiales decisiones que le dieron a Juan Manuel Santos y a don Adolfo Pérez Esquivel esas consagraciones. A propósito de este último aún se espera que diga una palabra, una sola, de condena y no al revés, por los crímenes de lesa humanidad y terrorismo de Estado perpetrados por el régimen venezolano y ante las denuncias al respecto de las Naciones Unidas.  No se sabe que por esto Pérez Esquivel quiera devolver ese premio en su condición  de cómplice abierto de un gobierno forajido, como es el que de manera ilegal e ilegítima se amarra en Miraflores. Sobre el otro, el concedido al colombiano en tiempos más cercanos es mejor no volver a referirse, al menos no por ahora. Lo concreto es que el de Literatura otorgado este año a la norteamericana Louise Glück cae bien en el mundo de las letras por la trayectoria extensa y meritoria de esta poetisa, o poeta como  señala el genérico, en la cúspide de una vida consagrada a su labor en la  arquitectura de la palabra escrita.

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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA

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Esta creadora de imágenes en letra y poesía, para nada novel, inició su trayectoria muy joven. La trama de sus poemas, según los académicos que la galardonaron, refleja en “belleza austera” lo universal desde lo individual. Los académicos en sus consideraciones quizá se inspiraron en León Tolstoi, quien dijo algo así tal vez por primera vez como mandato suficiente y necesario de la literatura. Pero eso no le sirvió de algo al ruso para alcanzar el primer Nobel al que estaba nominado y no ganó. Una justicia bien tardía la que benefició a Glück, pero que llega más de una centuria después en esta mujer que fue contemporánea de The Beatles y que casi le pisó los talones a la generación de poetas beatniks. Los que rompieron la mesura poética de los Estados Unidos, que no vibraba de manera alta desde que Ezra Pound apareció en ese mundo, y después de que este fuera encerrado en una jaula por  sus compatriotas vencedores y no  arrepentirse de haber apoyado al Reich alemán. Lo cual además le impidió llegar al Nobel que mereció, por su poesía y no por su credo político.

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Esos mismos poetas vanguardistas de los Estados Unidos que precedieron apenas en una generación a Glück, y que al igual que los de Liverpool fueron considerados degenerados por la Revolución Cubana, esa sí novel por aquel tiempo, cuyos hirsutos dirigentes tampoco sabían, es probable que los seguidores  de Adolfo Hitler habían hecho algo parecido con otros creadores de vanguardia, apenas dos décadas antes de la llegada de los barbudos a La Habana. Estos últimos a posteriori siguieron prohibiendo libros hasta hace muy poco, para mantener a salvo de contaminaciones peligrosas lo que ellos siguen creyendo que es una revolución y mantienen el sovietismo tan tardío como refritado y tropical en su criminalidad, que se proyecta ahora sobre Venezuela. Todo el entorno previo señalado rodeó la juventud de la premiada y sus  consecuencias se proyectan aunque no de manera explícita en un trabajo cuya traza puntual toma a la cotidianidad y a la familia como su referente inmediato. Es en esa circunstancia general que se cumple en Glück la sentencia de Tolstoi: “...pinta tu aldea y pintarás el mundo...”.

Ezra Pound

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Nacida en el momento en que su país asumía de manera plena la hegemoniía mundial y como parte tardía de la generación “baby boomer”, es por ese motivo hegemónico que lo cotidiano no puede desprenderse de su poesía, que toca lo universal, pues aunque nació algo antes del final de la guerra creció en el ambiente en el que el norteamericano medio tocaba el cielo opulento y el consumo como mandato religioso protestante atávico y providencial posible, señalaba la eventualidad de que el hombre común -ese Homero Simpson venido a más- podía ser feliz en la tierra. Esto es, si lo hacía en relación con los objetos que el mismo hombre producía para satisfacer su confort fáustico. Estas alusiones al tramado de contorno cultural de Glück, tanto en lo que hace a los Estados Unidos en su compulsión consumista como sinónimo de la felicidad, al tiempo que a la Alemania que precedió a la guerra, es  para nada casual. Ocurre que Glück tiene ascendencia germana y ese vocablo en la lengua de ancestro significa, precisamente, “felicidad”. No como reminiscencia religiosa sino como exigencia y búsqueda en situación terrenal.

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También esa relación de cercanías sirve para señalar que Pound influenció a buena parte de las vanguardias sajonas y entre ellas a los beat de Allen Guinsberg. La obra de Glück no está relacionada con ese bloque pero tampoco podría negarse el vinculo con una línea maestra como es la de los gringos creadores en letra de todo el siglo XX. Esos que le dieron lustre a los Estados Unidos y algún Nobel cercano a Pound, un núcleo amplio del que Glück es ahora parte ineludible. Aunque su consagración definitiva le llega a los 77 años en la segunda década del nuevo siglo, el desarrollo de la parte medular de su trabajo se concretó en la segunda mitad de la centuria previa. Uno de sus primeros libros “Poemas”, apareció cuando cerraba su adolescencia, a los 19 años. Justo cuando los flequilludos ingleses se asomaban al mundo  con “Love me do” y “Please!, please me”. Entre aquel poemario de aurora, hace más de medio siglo, y este crepúsculo de pandemia y Nobel concedido, hay de Glück casi una treintena de títulos publicados

Louise Glück

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No tan conocida fuera de los Estados Unidos y menos aun por el gran público de habla hispana, la señora Glück es conocida con suficiencia en su país. Ha disfrutado de ciertas mieles cercanas al poder como no pocos de su misma talla. Ha recibido distinciones por su cercanía con el llamado “progresismo” de su país que peló uñas y ganó calles en tiempos recientes, con su rechazo a la dureza policial y a las políticas del presidente Donald Trump. Su cercanía con el ex presidente Barack Obama ha sido manifiesta y el anterior mandatario le rindió un homenaje señero en la Casa Blanca. Eran otros tiempos y también este contexto cercano le brinda otra vez cierto tufillo político al presente Nobel de las letras. No sería la primera vez entre los picos y valles del premio. Se le negó a Tolstoi, tanto como a Borges. Nadie recuerda al primer Nobel, que fue francés y también poeta, pero todos saben quién fue el ruso desahuciado. Bob Dylan es probable que sea siempre recordado por “Lay, lady, lay” y no por el galardón. Sería deseable que no pase lo mismo con Glück (aresprensa).

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VÍNCULO : JORDI SIERRA, ESCRITOR COMPULSIVO

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