EL SALTO AL VACÍO |
ACTUALIDAD // DOXA * // Publicado el 20 de julio de 2022 // 19.15 horas, en Bogotá D.C.
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Nadie debe engañarse ni estar decepcionado por la decisión del electorado colombiano que se precipitó hace un mes. Lo ocurrido se esperaba y en realidad fue casi inexorable ese resultado que le dio un espaldarazo a Gustavo Petro y que plantea la realidad de un país dividido por la mitad, lo que al tiempo podría ser inexorable e irreversible si los pasos políticos de la nueva administración no son atinados. Al respecto las aprensiones que surgen con el nuevo escenario no se pueden pasar por alto. El salto del dólar el martes posterior a la elección y las caídas inmediatas en los valores de Bolsa de Bogotá, junto con las acciones de la principal empresa del país, Ecopetrol, alientan la idea de que lo que viene contradice la propaganda electoral del ganador en las elecciones presidenciales colombianas del tercer domingo de junio. Pero los primeros pasos previos en estas semanas que se anticipan a la posesión en el palacio presidencial brindaron como contrapartida un margen de confianza que no es aún suficiente. A cuenta gotas y con calculada prudencia el presidente electo fue dando a conocer la lista de colaboradores, dos de ellos fueron un alivio para muchos: el nuevo canciller, Álvaro Leyva Durán y aquel ministro que estará a cargo de los números de la economía, . Pero hubo al menos dos que trajeron de nuevo la inquietud perturbadora: una de ellas fue la nueva ministra de Salud, Carolina Corcho, a quien se considera en no pocos ámbitos una ideologizada talibán del subdesarrollo y el retroceso. Nombramientos estos últimos que dejaron una sensación parecida a aquello de que el nuevo gobierno llevará al país cafetero por el camino de lo “sabroso”, que como eslogan de campaña tuvo sabor a la estupidez tercermundista propia de los que se conocen en esta América como “cabezas de termo”. Mucho de eso hay al respecto en los seguidores de esta coalición que empezará a gobernar en los primeros días de agosto, el llamado “Pacto histórico”.
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Ellos podrían haber reducido el margen de maniobra el presidente electo, más allá de los festejos y la exaltación de los primeros días, en los que la alegría bien pudo nublar en algunos, aún más, el entendimiento ante lo que viene. Pero no, Gustavo Petro obró con astucia y cálculo para evitar tormentas antes del inicio en concreto de su parábola presidencial y convocó con éxito a un acuerdo nacional que en principio le garantiza un poder legislativo amable en la entrada del proceso. Hay lentejas disponible y hay platos dispuestos para ese comienzo, ese sí, en verdad sabroso. Nadie sabe cuánto durarán los idilios de la hora pero es un inicio menos dramático de lo que hubiese sido en el pronóstico y en lo inmediato. También debe observarse que el legislativo colombiano favorece al ganador en coyuntura anticipada y más allá de la especulación y logros sobre alianzas de coyuntura que son resbaladizas por naturaleza. Ese es un hecho natural de la política que Gustavo Petro no podrá evitar y que trajo su sorprendente y reciente habilidad de tejedor de alianzas con quienes fueron sus impugnadores más firmes, algo por cierto inédito.
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El turbión no se hizo esperar y las voces en torno una extraña carretada de votos en favor del ganador levantó suspicacias y expresiones que es poco probable que se acallen, aunque no sean numerosas y todo haya terminado en un circuito cerrado. La certeza de un triunfo inobjetable para Petro dejó poco espacio para las dudas y quedó como hecho cierto lo sucio de la campaña, en particular en su etapa final e incluso en los procesos de larga data ante el empeño del ganador. Por ejemplo, cuánto tuvieron que ver algunos integrantes del Pacto Histórico en el vandalismo terrorista que acompañó a las protestas callejeras que chocaron con la intención del gobierno saliente por imponer una reforma tributaria antipática, como cualquier medida de ese tipo Cabe detallar al respecto que si bien esas expresiones de protesta tuvieron una espuma de ingenuidad en algunos de los que participaron, si se leen de nuevo los grafittis y leyendas bien conformadas que dejaron en las paredes de las ciudades afectadas, aparece bien clara la intención subversiva de quienes las promovieron y que fueron parte de un plan evidente de desestabilización.
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Esa espina contrasta, como no pocos lo han señalado, con la intención declarada del gobierno que asumirá en agosto, de imponer una reforma diferente a la rechazada. Distinta en el sentido de que sería casi el doble en recogida de dinero del bolsillo de la población frente a la que pretendía la administración de Iván Duque. Se supone que en caso de que se vaya adelante semejante medida que se anuncia y que pareciera imposible de eludir dada la situación que vive el mundo, no habrá ahora desmanes ni muerte de operadores directos, aunque también de inocentes como las hubo en las aludidas protestas y acciones disolventes, acaecidas en plena pandemia. Es claro que será la economía un dolor de cabeza que acecha al nuevo gobierno incluso antes de asumir. La inquietud en las bolsas y el precio del dólar no solo la sufre Colombia, pero aquí tiene connotaciones particulares porque aunque hubo pasos alentadores en los primeros anuncios y a medida que se conocieron los primeros nombres que acompañarían a su gobierno en la primera etapa, no deja de haber incertidumbre y sospechas.
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La búsqueda de un acuerdo político amplio con la oposición que no lo votó y que le guarda una profunda desconfianza a él y al grupo de talibanes que siempre lo acompañó, es una esperanza relativa, pero cierta, sin que se sepa si será duradera. Esto es de pronóstico reservado si la termocefalia como facción interna tratase de recuperar un poder que ya considera que le está siendo birlado y como eventual repulsa de quienes se sienten traicionados por un triunfo que le estaría siendo arrebatado, para quedar en manos de la lagartería y el oportunismo de la política tradicional, la que ellos aspiraron a debilitar con éxito evidente en las calles en el pasado reciente muy fresco en la mente de quienes repudiaron el vandalismo y el crimen. Acciones que fueron disfrazadas de espontáneas protestas sociales. Los nombramientos rápidos de las primeras caras del gabinete que asumirá en agosto tranquilizó es cierto, como también lo hizo el llamado a la unidad de todos los sectores, pero queda claro que eso no atemperó a los mercados y eso es una alerta por el olfato que estos tienen frente a los riesgos del inmediato futuro.
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En el plano internacional las cosas no pintan mal para el nuevo gobierno si el mal es de muchos. En lo internacional macro esas mismas cosas no están buenas para nadie, por donde se mire, y nada parece señalar que habrá mejores variables en el futuro visible. Es ahí donde aparecen las sombras más fuertes y los temores que están apenas atenuados y para nada disueltos. El problema no son solo los termocéfalos o que la prudencia del presidente nonato sea solo un maquillaje para tapar en coyuntura lo que siempre fue su visión, más cercana a los talibanes que los de cabeza templada. Eso es el salto al vacío, luego de medir el aceite de quienes reaccionarían ante el eventual empujón desestabilizante, en lo institucional, lo económico y lo social. Nadie duda que lo mejor en la frontera oriental es buscar caminos que permitan una prudente reapertura de las relaciones con pasos calculados. Pero, ¿cuántas facturas tendrán los bolivarianos pendientes para pasarle a Bogotá?; ¿pueden considerarse una buena señal unos ejercicios militares próximos a desarrollarse en territorio vecino, con aliados que erizan?
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En algunos casos no solo por aprensiones políticas de circunstancias, sino por razones de toda gravedad. Rusia, uno de los invitados a territorio venezolano, está en guerra no con un país sino con Europa en su conjunto. Irán, en buena medida debido a su alianza con Venezuela, es un jugador ahora importante en la zona y su guerra universal contra Occidente y contra el estado de Israel, así como contra Arabia Saudita, aumenta los riesgos de jugadas peligrosas en una parte del mundo que aspira a mantenerse lo más lejos posible de estas confrontaciones de imprevisible deriva. No es lo único, aparte de que bien se sabe que los grupos irregulares armados de distinto pelaje operan desde Venezuela como parte de su retaguardia estratégica. No, no son buenas señales del vecino hacia quien se podría considerar que es un aliado potencial y estratégico, como lo es la entente que encabeza el presidente electo. En una frontera que es un tembladeral de conflictos llega información de data reciente en el sentido de que más de 5 decenas de altos oficiales colombianos pidieron su retiro.
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El mensaje es claro: no quieren quedar como subordinados en el nuevo cuadro político. Esto, además, cuando se sabe por peso histórico que los sectores hirsutos que acompañaron en línea histórica a Gustavo Petro tienen simpatías negativas hacia las fuerzas armadas y de seguridad. ¿Es esto un peligro para la institucionalid del país?, no necesariamente pero los resortes de alerta deben estar listos para que nadie se atreva a sacar los pies del plato en la necesidad de equilibrio institucional, lo que ha sido una tradicional de la democracia colombiana. Ello a pesar de las miasmas que la han acechado por tradición desde adentro, en especial por el manejo feudal de sus protagonistas y por una corrupción también desestabilizante. Nada dice de que la izquierda impugnadora sea garantía de manos más limpias en lo que hace al manejo de la hacienda pública y si se mira el vecindario, el indicador señala que son peores en esos manejos que los tradicionales factores de poder. Basta con mirar a la Argentina, por citar solo un caso en data vigente. La expectativa general puede tomar cualquier dirección si los pasos materiales a partir de agosto son erróneos. La mayoría de las opciones al respecto son inquietantes (aresprensa).
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EL EDITOR
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JULIO DE 2022
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