UNA RÍSPIDA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS |
ACTUALIDAD // DOXA // Publicado el 10 de junio de 2022 // 23 horas, en Bogotá D.C.
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Para nadie es una novedad que esta Cumbre continental estuvo conflictuada antes de inaugurarse y no es la primera vez. Los ires y venires de los países que defendían a los proscritos de la cita, le pusieron más pimienta de lo necesario a la exclusión de los que aparecen como réprobos de la comunidad . En efecto, no es la primera vez que en una cumbre como la de Los Angeles, que concluyó este viernes, se provocan roces entre los formalmente pares que, además de lo puesto en la agenda de cada encuentro, revuelven de manera inevitable las confrontaciones ideológicas y políticas de los países del patio. En particular frente al mayor cuestionado, siempre, de la región: los Estados Unidos. Los proscritos son los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua y, en la volteada, el presidente de México decidió no asistir a la segunda ciudad en importancia de la hegemonía estadounidense. La misma que alguna vez fue española y mexicana. Una cachetada que no pasará inadvertida pero que no tendrá consecuencias porque Washington ya tiene demasiados problemas internacionales como para castigar a alguien de su espacio trasero, sin importar que comparta fronteras y un Tratado de libre comercio con el esquivo mandatario azteca. Alguien que desde la óptica de izquierda en la que está enrolado suele ser crítico con su vecino, pero no tanto y menos que demasiado con el poderoso que está al otro lado del muro fronterizo. Los castigados estuvieron representados por el inefable e imprevisible presidente argentino Alberto Fernández, acostumbrado a los papelones autorrealizados y de los cuales jamás da marcha atrás, así como por el contrario insiste en ellos sin solución de continuidad.
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Los choques previos por las exclusiones le pusieron un paréntesis de irritabilidad a la cita continental y es un dolor de cabeza de imagen internacional para los anfitriones pero, claro está, no les importa demasiado salvo para el caso de Venezuela, hacia donde la Casa Blanca ya tendió lazos de apertura relativa. Ello porque las papas queman por Europa y el petróleo es un tubérculo negro y caliente, como lo es el gas para los europeos y para las industrias del mundo. Esas que miran preocupadas, con razón, por que lo que está a la vista y lo que podría sobrevenir a causa de la guerra en Europa oriental. Lo cierto es que la exclusión de los diferentes en el Continente generó consecuencias que deben llamar la atención por las quejas al respecto de la Argentina y ante un Brasil en pleno proceso preelectoral, además de la inminente decisión en Colombia. Un panorama que podría traer mayores repulsas. Más aun de las que desde hace décadas surgen de Managua, Caracas y La Habana. Todo lo que ha surgido de esta versión de la Cumbre que hasta hoy tuvo por sede a California es viento en contra, incluso entre los propios norteamericanos.
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El periódico “Los Angeles times” ha tenido expresiones acervas en contra del encuentro que organizó el presidente Biden y no es el único crítico, tanto como para imaginar que alguien debería guardar en un archivo bien cerrado la propuesta de volver a reunirse. Ocurre que esta convergencia de interés continental cobró brío después de la caída por implosión de la Unión Soviética, con el fin de la Guerra Fría y la bipolaridad que imperó en el mundo casi por medio siglo. Fueron tiempos en los que, primero Bill Clinton y luego George Bussh Jr., pretendieron imponer las condiciones de la globalización a través de lo que se llamó el Alca. La repulsa fue inmediata y radical porque los contestatarios de Iberoamérica vieron en la propuesta el huevo de la serpiente del llamado “neoliberalismo”. Fueron tiempos cercanos a los gobiernos de César Gaviria en Colombia y de Carlos Menem en la Argentina, a quienes siempre los impugnadores consideraron abanderados por aquí del huevo y de la serpiente. Lo mismo que ocurrió con el ex presidente Sebastián Piñera en Chile, sometido a repudio en tiempos más cercanos. En otras palabras, la impugnación a lo que planteen los Estados Unidos siempre estuvo y estará ahí.
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La agenda puntual de lo que se abordó en esta cumbre intentó, como le corresponde, estar de nuevo en la cresta de lo ola de los problemas: medio ambiente, migraciones, desigualdad estructural. A esa lista de primera línea se agregaron otras cuestiones que no son de segunda importancia sino más recientes aunque no menos delicadas. La pandemia que aún no pasa del todo y las emergencias que pueden sobrevenir con otros eventuales golpes pandémicos, las amenazas que acechan a la democracia y las carencias de entorno estructural en el acceso a las oportunidades y equidad ante los escenarios, educativos, culturales y políticos. Aunque está claro que esto último es crónico en la región central y meridional del continente, no por ello la persistencia porfiada de las señaladas injusticias dejan de ser preocupante. El flujo multitudinario que golpeaba en su tránsito de infamia por la marginalidad hacia la frontera entre México y los Estados Unidos, fue justo en los días en que se celebró la Cumbre. Eso habla del flagelo constante que es el empuje de la misera sobre grandes masas de población marginada en Centro y Sudamérica.
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Esto último es un tema sensible para los anfitriones de este encuentro y de discusión política permanente en las últimas décadas. Ello sin que importe el color político de quienes señalan que esa migración y acceso constante que se produce por los poros fronterizos es un problema seguridad nacional. Un estigma agregado para quienes desafían todo riesgo con tal de alcanzar sus objetivos de ingreso al país norteamericano y amarga las relaciones internas de los estadounidenses al igual que con los vecinos. Eso y las drogas que siguen entrando por los otros poros sumados. como flujo de veneno que busca atender una demanda ávida, que no se detiene y que por el contrario se incrementa. Más de quince mil migrantes avanzaban en las últimas horas hacia los Estados Unidos y bien se sabe que no pocos de ellos seguirán arriesgando su vida en el intento. El ritmo de esta reunión hemisférica pretendió también atender aunque sea de forma simbólica la diversidad cultural y étnica, a despecho de los prejuicios evidentes que persisten en el seno de la sociedad norteamericana y que son parte de los esterotipos grises de la mentalidad colectiva que se atribuye en el resto del hemisferio a los Estados Unidos.
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El llamado por la diversidad tiene que ver con los vientos políticos que soplan desde la campaña política que llevó a la Casa Blanca al actual presidente Biden. Un proceso que pretendió ponerse en las antípodas de la administración previa. Los Angeles es precisamente un escenario evidente de esa multiplicidad que se propone afirmar. Al menos eso dicen voces y papeles aunque no las historias sobre la forma como se construyó este territorio, luego de que le fuera arrebatado a México a mediados del siglo XIX. Es esa metrópoli del oeste americano la segunda en tamaño, densidad de población e importancia de los Estados Unidos. Tiene la mayor población hispano latina del país y por ello hay lazos históricos indelebles con el sur, más allá de la frontera con México. Sin embargo, la lengua española quedó hace pocos años vetada en la educación de California, lo que por ese solo hecho se desmiente la apertura a la diversidad que se enuncia con gestos y declaraciones. Empero debe señalarse que se hablan en ese territorio más de 200 lenguas y están allí asentadas comunidades oriundas de unos 140 países (aresprensa).
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Junio de 2022
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EL EDITOR
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