COLOMBIA: ESPANTO PREELECTORAL |
ACTUALIDAD // DOXA * // Publicado el 31 de enero de 2022 // 21 horas, en Bogotá D.C.
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Polarizado y aún confuso se presenta el panorama preelectoral en Colombia. Todo se presenta nebuloso en los diferentes frentes que se han conformado buscando el reemplazo de Iván Duque, a pocos meses de las elecciones para presidente y a semanas de las parlamentarias. Así es en los frentes en competencia menos en uno. Ya el izquierdista Gustavo Petro asegura el favoritismo relativo que le dan las encuestas. La confusión sí crece en dos de las otras ligas conformadas, si no en todas. Ingrid Betancourt amagó con dejar su coalición y dio un ultimatum que concretó al respecto, al rechazar el ingreso al llamado Centro Esperanza de lo que considera “vieja política”. En este caso ella censuró la llegada a su agrupación de integrantes del sector Cambio Radical. Una agrupación partidaria que ha pelechado con los recientes gobiernos. Al final se retiró de esa conjunción y se presume que intervendrá como independiente. Eso produjo un remezón y obligado reacomodamiento de algunos de los precandidatos de esa misma convergencia. La alianza que abandonó es diversa de una también confusa centroizquierda que se reverberó en broncas que ya venían entre sí y ante el discurso de suave tono aunque vertical de la candidata que volvió del secuestro. Es real que nada está dicho en el interior de estos grupos en ciertos aspectos reunidos por el espanto, el que les provoca la permanencia de Álvaro Uribe en el manejo de los hilos de poder en primera persona o entre las bambalinas de la política parroquial. Más allá de ese espanto lo diverso es transversal y eso señala las internas de la hora. Pero falta mucho para que las cosas se decanten como para aspirar a alguna expectativa de triunfo.
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Hay mentes dubitativas porque las cuentas son cortas aunque se esté a la cabeza, como en el caso de Petro, en comparación las de sus rivales con expectativas que pueden crecer también por espanto. Son casi dos decenas los precandidatos con pelaje variopinto los que corren por una consulta primaria, a mediados de marzo y en coincidencia con las parlamentarias. El candidato más firme en el trote inicial es ese de la izquierda. Luego está el aspirante que eligió el sector político ubicado en el otro borde de la grieta que divide a los extremos vigentes. Ese es el del Centro Democrático, (Óscar) Iván Zuluaga. Un postulante que genera dudas en ciertos aspectos históricos, no obstante ser de la fuerte cuerda política del actual mandatario Iván Duque, así como del líder de esa orientación, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Aunque en la hora de la confusión vigente es mejor guiarse por esquivas encuestas que por visiones agoreras, que pueden ser incluso más equívocas que los pronósticos en datos, sí queda claro que la señalada grieta tendrá importancia en las definiciones. Sobre todo cuando los augurios por semejanza están tensionados por otro Iván que está en las antípodas de los ya señalados: el izquierdista radical Iván Cepeda.
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Ese Iván es una sombra persecutoria irredimible contra Álvaro Uribe. Ninguno de los tres Iván es terrible, pero el tercero sí lo es para los dos primeros y sobre todo para Uribe. Es una cábala eso de llamarse Iván, tal como ocurre con el presidente en funciones. Esa percepción apenas válida para la sección de chismes queda condimentada con el adusto rostro y gesto del candidato Zuluaga, que lo hace ver como de un temperamento terrible y es quien repite liza después de ser derrotado por Juan Manuel Santos, en 2014. Contrasta el rostro siempre jovial y bonachón del actual presidente Iván con el del candidato de su partido. El año electoral colombiano está precedido por las sorpresas que en la misma línea de lo terrible generó el ciclo que acaba de concluir en diciembre, en el que tanto Honduras como Chile dieron golpe de sorpresa al girar hacia lo que se presume podría ser el rumbo con el que amenaza una izquierda hirsuta, ciega y antidemocrática. Ese es el temor que aflora por lo sucedido en esos vecinos, al final del año. Una sensación de inseguridad apenas compensada por la derrota del delirante kirchnerismo en la Argentina. En ese panorama lo que ocurrirá en tierras cafeteras es determinante para el panorama regional en el que después se esperará lo que decidan las urnas en Brasil.
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Allá la candidatura de Lula da Silva terminaría por dar una visión más clara de la marcha del subcontinente en el lustro que comenzó con el golpe pandémico de hace dos años. La puja presidencial en la esquina regional cafetera estará precedida y condicionada por las elecciones para renovar las cámaras legislativas. Las coaliciones conformadas para apostar a ganar sitios en ese punto del poder institucional, buscan asegurar equilibrios para el cuatrenio que se iniciará en agosto. Las presidenciales que se realizarán entre el final del trimestre que corre y el cercano mayo pretenden como resulta obvio que los triunfadores de marzo repitan en mayo. Las tres coaliciones que compiten por bancas en Senado y Cámara afinan estrategias para ganar y dejar afirmadas sus posiciones hacia las presidenciales. Esto porque el balance que quede en las cámaras permitirá vislumbrar el margen de maniobra en gobernabilidad que tendrá el próximo presidente de Colombia. Para el Parlamento se elegrián 108 senadores y 188 representantes, estos últimos como equivalente a los diputados nacionales en países vecinos. Además de lo que arrastre el partido de gobierno, que se supone perderá posiciones, hay tres coaliciones que disputarán por el mejor puesto en el partidor hacia las presidenciales de mayo. Por ahora dos de ellas son un conglomerado de aspirantes que fungen como razonables perdedores.
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Estas coaliciones son: el Pacto histórico, de izquierda, que lidera Gustavo Petro; la Centro o Coalición esperanza, izquierda moderada, que lidera Sergio Fajardo pero no del todo, y Equipo Colombia, de centro derecha, que no muestra aún un liderazgo definitivo. En este caso, luego del retiro de la coalición del candidato único del oficialista Centro Democrático, el ya nombrado Zuluaga. Este último ha señalado en semanas recientes que en la elección de hace 8 años hubo una trampa explícita en una coyunda entre el aparato judicial colombiano, de manera específica la Fiscalía que dirigía Eduardo Montealegre, dispositivos de inteligencia y el gobierno de turno que entonces tenía al frente a Juan Manuel Santos. Eso fue en una reelección en la que Santos se impuso en segunda vuelta, luego perder con Zuluaga la primera. Es cierto que en aquellos tiempos Santos se jugaba el proceso de negociación por el desarme y reinserción que había iniciado con la agrupación subversiva Farc, la más importante por entonces en la marginalidad armada y protagonista con el presidente que impulsó el acuerdo a lo que de manera pomposa se llamó Proceso de paz. Una realidad pasada que se contrapone a la realidad vigente en la que aumenta la violencia. Aquella fue en verdad una dramática pulseada entre una fracción de la subversión histórica que si bien no trajo la paz integral sí tuvo éxito con parte de la dirigencia impugnadora armada.
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Esta obtuvo ventajas inconcebibles en la mesa de negociaciones y se aseguró unas bancas en el Legislativo por un periodo a término fijo. Ello mientras se aspiraba a aclimatar la ilusion de una pretendida paz que ahora vuelve a sentirse distante. El asedio de la subversión y del terrorismo explícito afín han vuelto a ensañarse en el país durante los dos años previos y más en estos días iniciales del 2022. Entre sus operadores están quienes dentro de las Farc no aceptaron los acuerdos de Santos y mantuvieron su accionar. También está entre esos responsables de la violencia terrorista el añejo ELN y sus montoneras, todos comprometidos con el narcotráfico. A ellos se suman otras bandas criminales de diferente signo y llamados de manera eufemística “grupos residuales”. Ninguno es ya es tan residual, no obstante las respuestas de la fuerza pública por atenuar y neutralizar la ola. En el primer mes del año han sido asesinados más de una decena de líderes comunitarios y sociales así como varios integrantes de las fuerzas del estado, en diferentes atentados. Nada permite imaginar que esa ola se reducirá en tanto se acerquen las elecciones (aresprensa).
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EL EDITOR
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* La columna Doxa expone la posición editorial de la Agencia de prensa ARES
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VÍNCULO : NADA ES FÁCIL PARA HONDURAS
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