COLOMBIA, CHISPAS EN EL ÚLTIMO PASO
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 15 de junio  de 2022  //  21.00 horas, en Bogotá D.C.

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La tensión y la polarización no bajaron su intensidad en estos días previos a las definiciones, aunque se atenuó en algo el discurso de uno de los protagonistas, el que representa el antisistema luego de tres décadas de vivir del mismo . Ellos, como es obvio, mantuvieron en alto sus lemas y certezas de obra futura, como promesas de campaña, y también siguieron mostrando sus debilidades estructurales. Mientras tanto, la tensión de la mano de la incertidumbre se expande hacia el entorno inmediato, sin que falten algunos de los vecinos allende fronteras, que se frotan las manos ante la eventualidad de que el candidato Gustavo Petro se imponga, a despecho de las últimas encuestas. El resto del mundo sigue preocupado por lo que pasa en Europa y por las consecuencias, lo cual desplaza la atención sobre una Colombia donde se podría encaramar otro díscolo que se sumaría a los que ya están el patio. Hay bastantes regímenes con los pies fuera del plato, en este escenario de actualidad local y regional, pero se sumó en el panorama de alteraciones otro, el outsider Rodolfo Hernández como aparecido por fuera de lote, imprevisto e improvisado a la segunda vuelta. Hubo algo de sorpresa con esta llegada, pero el candidato sorprende más con sus frecuentes exabruptos, que nada tienen que ver con los modales de la política tradicional.  Los escándalos que salpican las campañas no inmutan a alguien salvo a algunos bien pensantes locales, a medida que se acerca la hora del todo o poco más que nada, porque quien pierda asegurará un puesto en el Senado del país andino. Aquí, en Colombia, con esa ventaja para el perdedor y de acuerdo con la letra de la Constitución del país, “perder es ganar un poco”, como aseguró el filósofo del fútbol, don Francisco Maturana.

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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA

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Paso por paso es necesario decir que la campaña de Rodolfo Hernández resulta más allá de lo atípico, tal como el candidato, quien no tiene carnadura populista pero parece y es señalado de lo mismo, por sus adversarios: los indiferentes en primero término. Luego, por quienes lo rechazan por sus simplezas, chascarrillos -eso parecen- su desparpajo y su eventual irresponsabilidad ante lo que tiene enfrente, si ganase la pulseada que se le viene. En todo caso lo atípico de su campaña es una característica protuberante: aparece como fantasmagórica. Nadie sabe dónde queda, nadie atiende el teléfono que aparece en espacio de la red y nadie contesta los correos que se le envían a la casilla correspondiente de la página electrónica en la que se expone su aventura electoral. Consultado un experto por esta Agencia, este trató de explicar que eso no pasa más allá de la señalada atipicidad. Quizá el estratega argentino de su grupo asesor, Ángel Beccassino, aún no le informó que ese destrato al ciudadano le resta votos, vale decir es “piantavotos”, como señalan en lunfardo los rioplantenses, cuando una persona o una movida equivocada tienen la virtud negativa de espantar a los sufragantes.

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La  campaña del rival también tiene sus claroscuros más oscuros que claros. Uno de ello es el de la cadena de políticos tradicionales, cargados de sospechas y acusaciones de larga y reciente data para realizar el cambio que propone, precisamente, distanciado de las viejas mañas políticas que don Gustavo Petro aparenta rechazar. Pero aparecen otras sombras. El tema de las visitas en prisión a condenados y acusados por delitos graves es apenas uno de ellos. Otro: eso de la “vida sabrosa” como vocablo propagandístico, que aparece como una “gaffe” imperdonable y que produce rechazo sin demasiada reflexión. ¿Quién ha dicho que en apenas 4 años sea posible desanclar el desbalance social estructural del país?, para alcanzar o siquiera rozar el ideal de felicidad -con raíz en el Iluminismo- que prometió el proyecto de la Modernidad hace algo más de dos siglos?; un verdadero dislate. Además, el señor Petro no tiene contras solo entre sus adversarios ideológicos. También la repulsa está entre sus pares. Es un secreto a voces que el voto aluvional a quien ahora lo acompaña en su fórmula presidencial fue un vuelco imprevisto dentro de su propio campo y en contra del candidato relevante de la izquierda.

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Es que una buena parte de esa izquierda menos o para nada populista, detesta a Petro y es por eso que trataron que el voto entre ellos hacia Francia Márquez impidiera el ascenso de quien al final se impuso y se vio obligado a llamar a su rival de la interna para que lo acompañara en sus apetencias jamás desmentidas. Eso se dice entre dientes en los corrillos de la izquierda colombiana. Las razones del encono son históricos, se le señala de ser despótico y arbitrario en el trato cotidiano, desmemoriado para quien le hace favores y le facilita trepada en las aspiraciones, y para nada transparente en lo que dice y promete, incluso en los procederes. En fin, un déspota -dicen aquellos que son del palo y lo conocen- que pretenderá hacer lo mismo si alcanza a ser electo, porque en nada se diferencia de los otros déspotas que gobiernan en el vecindario con la misma visión del mundo. El candidato desmiente a cada momento eso que le señalan quienes con él comparten visiones, pero que no lo quieren. Qué decir del sobrenombre que le pusieron quienes lo sufrieron en los tiempos de subversivo no combatiente. Tiene connotaciones escatológicas y es irreproducible, lo es al menos en nuestros escritos. Hace unos días, una de las columnistas más prestigiosas del país señaló que el candidato del “cambio” se rodea de la escoria política del país tradicional y la contradicción vertical pareciera no hacerle mella.

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Esto último aún no se sabe, pero sí debería advertirlo cualquiera que con dos dedos de frente reflexione durante dos segundos sobre lo que plantea Gustavo Petro. Uno de los argumentos del candidato es el de la variante ecológica, muy parecido aunque diferente en el tiempo y adaptado al presente, al que planteó durante el Tercer Reich Walther Darre, quien fue el ministro argentino de Agricultura y Alimentación en el gabinete de Adolfo Hitler, entre 1933 y 1942. Vale señalar: durante casi todo el régimen nacional socialista. En su política de “Sangre y tierra”, Darre aludía a la necesidad de una vuelta al pasado en una suerte de nostalgia neopagana con entronque en los orígenes “inocentes” que, según ellos mancha la modernidad y el capitalismo. No puede extrañar en estos tipos del presente el que desconozcan esa simbiosis misteriosa que hizo el nacional socialismo, en la cual la sangre no era la derramada en la guerra, aunque también. Aquella sangre es la que conecta con las tradiciones ancestrales, que fue parte de las obsesiones de aquel regimen alemán en su faceta religiosa, contraria como antisistema a los cultos que nacieron en el Oriente próximo. ¿Acaso puede  olvidarse que hay comunidades indígenas en Colombia que rechazan la explotación del petróleo porque este es “la sangre de la madre tierra”?

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Pero es poco lo que puede pedirse a estos entorchados del dislate que se presentan como representantes de un presunto cambio aunque, si se tuviesen en cuenta los argumentos previos, sería un cambio hacia atrás. Porque eso fue lo que planteó aquella visión alemana enraizada en el romanticismo que se contrapuso al iluminismo europeo y que aquí emerge en visiones como las del narcoestado paralelo que existe en el sur colombiano, región que votará de manera masiva por Petro, según las encuestas. Estas con enfoques poco diferentes en actitud y violencia a los mapuches del sur argentino y chileno, donde ya se promueve la secesión hacia un estado premoderno. En estas analogías debe recordarse que otro ideólogo argentino, cercano a Hugo Chávez en su primer gobierno, don Norberto Ceresole, impuso como eslogan naciente del futuro dictador lo siguiente: “un caudillo, un ejército, un pueblo”. Poco diferente a aquel que imperó en la Alemania referida: “Ein Reich, ein Volk, ein Führer” (“Un imperio, un pueblo, un caudillo”). Así entonces, pobrecita Colombia (aresprensa).

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VÍNCULOS : AVANZA EL GRAN PULSO ELECTORAL II 

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