SIN ELIMINATORIAS NI OLIMPIADAS |
SIN ELIMINATORIAS NI OLIMPIADAS
El recuerdo está ahí para quienes aman el fútbol: esa dramática final de Rusia 2018 que puso en Francia un segundo título mundialista y la sorprendente selección de Croacia, que hundió a la Argentina pero no pudo superar a los galos en el partido definitivo. También está presente la impotencia de Colombia para imponerse a los ingleses en los disparos de pelota desde el punto blanco, lo cual significó la salida del onceno y el alejamiento de José Pékerman en la orientación de los cafeteros. También está presente en la memoria eso de que los sudamericanos hace tiempo que no pueden superar a los europeos en este tipo de justas y hacen pensar que el fútbol de esta zona está suspendido en el tiempo. Fue otro momento y aunque se recuerde aquello con frescura, parece ya muy distante frente a lo que pasa en el mundo. No hay ya Eliminatorias y su desarrollo planeado aparece también distante pero hacia adelante, hacia un futuro que se programa pero que nadie podría saber cuándo se podrá cumplir. Lo mismo ocurre con las Olimpiadas de Tokio sobre las que la dirigencia japonesa fue enfática en la necesidad de cumplirlas, pero ya se vio ante la renuencia de los países que asistirían, que se hacia inevitable la interrupción de lo previsto. Así ocurrió en las últimas horas. La catástrofe en todos los planos, incluido el deportivo, acompaña la caída de la economía mundial, en paralelo con el golpe que el virus le propina a la humanidad en su conjunto.
Pero no solo es lo anterior, en lo que hace al fútbol. Un agregado al cuadro general es que lacras como la corrupción y el desgreño en la observación de lo que pasa, alejan posibilidades para que las principales selecciones de esta parte del mundo, incluso las emergentes, puedan cambiar el libreto que se mantiene desde hace al menos dos décadas: europeos y sudamericanos, son los que animan el mayor flujo al evento mundial del balompié. Eso aunque sean aquellos europeos los que reinan, al menos por ahora. En el momento un detalle así no es importante más allá de la evocación. Lo real es que en lo deportivo todo está en suspenso, entre otras justas, el inicio de las eliminatorias al mundial de Catar.
Ya todo comenzaba a estar listo y nada en el horizonte hacía temer la evolución de lo programado, cuando el golpe del coronavirus se extendió por Europa y los Estados Unidos. Impactó a deportistas y a gente del común, pero también a los gobernantes y entonces la alarma, además del temor, precipitó la decisión de aceptar lo inevitable: la suspensión del torneo eliminatorio. El mismo que convoca tantas pasiones y esperanzas en la región y por encima de cualquier diferencia interna. También se derrumbó la posibilidad de celebrar una caprichosa Copa América con dos sedes alternas, para adecuar el calendario americano con las también caprichosas agendas de la Fifa.
Entre tropiezos e indecisiones, además de reacciones a favor y en contra, las distintas ligas regionales de los países que conforman la Conmebol se fueron adaptando y plegando a las circunstancias restrictivas. Las críticas se acercaron al terreno de lo político y ese fue el caso de la Argentina, un país polarizado en el plano de lo ideológico y social que lo han mantenido hundido en una profunda crisis y desconcierto, en tanto que la pandemia también lo conmueve, en un cuadro que tiende a agravarse. Varios jugadores de primer nivel y opcionados a integrar el seleccionado local están contagiados o en aislamiento y observación. Los que juegan en el extranjero son los más afectados.
Los nombres más conocidos entre las contagiados son los de Germán Pezzela y Pablo Dybala, aunque se esperan más porque la expansión geométrica de la plaga nada perdona. Así fue en tiempos de la peste negra en Europa -en el siglo XIV- o durante la famosa gripe española que asoló a ese continente al final de la Primera Guerra Mundial y dejó a unos 20 millones de muertos. Ya se sabe que la mortalidad que deja la enfermedad no es alta pero la velocidad y virulencia de la expansión del contagio -valga la expresión- cambia las estadísticas fatales. Eso es lo que hoy sucede en Irán e Italia, sin dejar por fuera a España e incluso los Estados Unidos. Lo curioso de lo ocurrido en la Argentina es que después de la negativa de River a jugar su partido en Tucumán y la amenaza de sanción al club, la Afa debió resignarse a suspender lo programado.
Una vergüenza para la dirigencia argentina del fútbol a la que nada avergüenza. Los jugadores fueron quienes se manifestaron en solidaridad con sus colegas de River Plate y la situación tuvo el desenlace señalado, en simultáneo con la directiva de la Conmebol de suspender también la Copa América. El propio Diego Maradona, técnico de Gimnasia y Esgrima de la Plata, fue solidario con la entidad de la banda cruzada -él es afecto a Boca Juniors, el archirrival del conjunto Núñez- porque según sus palabras “está por delante la salud de los jugadores”. Algo que pareció no importar a la cúpula de la Afa. Situación parecida se vivió en Brasil e incluso en México, aunque este último participa de la Concacaf en su torneo eliminatorio.
La insólita y repugnante insistencia de la Afa en vulnerar la seguridad de sus gladiadores del balón, al pretender continuar a toda costa y en contra del sentido común el campeonato llamado Superliga, tuvo un ingrediente obsceno o por lo menos grosero, si se quiere. El director del certamen, Marcelo Tinelli, habría insistido en mantener la vigencia de la competencia porque si “se declaraba un confinamiento generalizado” en la Argentina, como en efecto ocurrió, la población se aburriría menos en sus hogares viendo los partidos. Después, el orondo y delirante animador de televisión prestado a la organización del fútbol local, se trasladó a la patagónica provincia del Chubut donde tiene una casa de campo, rompiendo las limitaciones de la cuarentena, y con un nuevo brote sumado de repudio por parte de los argentinos. Así es la dirigencia de esa sociedad, que incluye a la del fútbol (aresprensa).