PETRO, EL MESÍAS |
ACTUALIDAD // Publicado el 12 de octubre de 2022 // 17.00 horas, en Bogotá D.C.
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El aún flamante presidente colombiano se despachó en el escenario de la ONU hace tres semanas. Fue la mejor palestra para poner en evidencia el núcleo duro de su pensamiento. Ese que responde a la mentalidad, si se siguiera la línea antropológica de Fernando Braudel, en lo profundo de una visión de mundo. Es decir a su “arquetipo”, desde aquella categoría psicológica que estableció Carl Gustav Jung y de la que se apropió Braudel para hablar de comportamientos individuales o de conjunto en el curso de la historia. Petro se definió sin retorno sobre aquello que ocultó durante décadas, desde que dejó la subversión para incorporarse a la vida democrática aunque sin dejar por completo los repliegues subversivos en el pensar. Esto es, nunca dejó de ser lo que entonces fue. Se cayó sin reversa la máscara del moderado líder de una izquierda que apuesta por la convivencia y afloró el talibán con mensaje mesiánico de un extremismo similar al que identifica a no pocos dirigentes del barrio continental, quienes también siempre han sido y nunca dejarán de ser. Borges alguna vez dijo que esa forma de mirar el mundo es “incorregible”. Equiparar los desastres del narcotráfico con la explotación minero energética está dentro de tal cuadro de perspectiva maximalista. Esto es parte de los redentoristas del atraso, o el “decrecimiento” como se confesó no hace mucho una de sus laderas ministras, nada menos que en el área de la energía y los recursos del suelo. La propuesta es volver al pasado venturoso y sabroso, con antifaz de aspiración progresista, pero en el sentido concreto inverso de las agujas del reloj.
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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA
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El pregonar por un retorno que se supone “ingenuo” a un origen premoderno y neopagano dice bien claro en lenguaje confuso lo que se proponen estos adoradores de la pobreza como “virtud”, de inconfundible tufillo religioso, con sayo de restricción franciscana, la del original Francisco y del otro Francisco que ahora está en Roma. Porque en efecto el actual papa austral piensa con similar cadencia en su relato. Es una visión de las cosas que convoca a la restricción personal y del entorno para apostar de nuevo a un “destino” que se antoja inconmensurable e inefable. Lo “popular” debe retornar al origen, al igualamiento en una democracia que se hace virtuosa por las carencias. Algo muy parecido a lo que sigue apostando Cuba, Venezuela y ahora también la Argentina de los Kirchner-Fernández. Todos pobres, dependiendo de los subsidios estatales y los déspotas esperando el voto que los afirme en gobiernos que no tienen alternancia, ni libertades. Venezuela tiene por estos días un 90 por ciento de pobres, la Argentina ya llega al 50.
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Pero hace medio siglo el país austral no superaba el 3 por ciento de marginados y era una potencia regional que se consolidaba con poder nuclear. Hoy se habla en esa sociedad de un “estado presente” que pretende reemplazar a la iniciativa privada a la que se persigue con una cada vez mayor y asfixiante carga tributaria, que siempre enriquece a la cúpula, como así ha ocurrido con la familia Kirchner, mientras la mayoría se hunde en la virtuosa miseria. Aquellos anuncios en Colombia sobre el giro copernicano en la atención de la salud que hoy cubre a un 90 por ciento extendido de la población, se asoma en Colombia como un pésimo ensayo que ya ha fracasado. La Argentina avanza hacia la condición de estado fallido y los temores al respecto en Colombia no son menores. Culpó Petro en el mayor foro mundial de todas las desgracias a los países que se adelantaron en el progreso con base en el desarrollo material y la transformación de los recursos naturales. Evocó sin decirlo y tal vez sin saberlo a la sublime inocencia del salvaje en comunión con la naturaleza.
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Eduardo Galeano lo hizo mejor que Petro en “Las Venas abiertas de américa latina” pero debe recordarse que el escritor oriental –del Uruguay- se arrepintió poco antes de morir del enfoque que le había dado a su obra más famosa. Lo hizo quizá después de enterarse que por esos años cercanos al tiempo de su partida del mundo, tanto Rusia como China y Vietnam habían desandado la aventura socialista para adentrarse en una parábola histórica de capitalismo duro, sin dejar de tener –como lo afirmó Hegel en su tiempo- a déspotas como gobernantes. En la América de herencia ibérica los déspotas no quieren desandar el camino del retroceso, ni aprender de la historia. La cadena de exabruptos del nuevo gobierno colombiano tuvo su mayor brillo en la ONU pero no ha sido lo único en el breve lapso inicial del mandato. La luna de miel con una parte gruesa de la opinión de su país duró menos de un mes. No ha sido por culpa de los críticos sino por faena propia. Aunque es probable que las masivas manifestaciones de rechazo de los últimos días de septiembre, despierten al presidente y algunos de sus cercanos de su “sueño dogmático”.
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Eso hubiese repetido probablemente Emanuel Kant, si hubiese escuchado a Petro en su romántico discurso de New York. El pensador alemán se refería hace más de dos siglos a la mentalidad del “bárbaro” que miraba con desconfianza y rechazo a la máquina de vapor, los telares y, en fin, lo que fue aquella Revolución Industrial que llevaban adelante los ingleses y la política que adelantaban franceses y norteamericanos. Al tiempo que esos impugnadores miraban con distancia y moderado optimismo esas revoluciones que no anidaban en una Alemania aún amarrada con fuerza a un manejo social y político más feudal que moderno. A ese tipo de gentes Kant –y mucho después Borges de forma irónica- los llamaba “menores de edad”. Eso en parte porque ya incluso en ese tiempo era imposible volver a las condiciones de lo que luego se llamó el buen salvaje. Tampoco Karl Marx lo quería medio siglo después. Mucho menos este último, si se recuerda que en el “Discurso sobre el libre cambio”, se declaró a favor de este y no del retorno al pasado, al atraso.
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Hoy, aquel viejo apóstol de los revolucionarios sería señalado por los “cabeza de termo”, que no son pocos en esta América ibérica, como un despreciable neoliberal. Pero ¿para qué los apóstoles del retroprogresismo si para eso están los nuevos mesías de los que pareciera que Gustavo Petro quisiera abanderar?; pocos podrían olvidar que hace pocos días el presidente colombiano envió una carta de apoyo, junto con otros de sus similares, a Cristina Kirchner, de quien los tribunales argentinos tienen en legajos de papel testimonial tres toneladas de pruebas de la megacorrupción y saqueo al estado argentino. Se estima que ese esquilme serial y estructural a la Argentina durante más de una década pudo alcanzar los tres mil millones de dólares. La actual vicepresidenta argentina, su familia inmediata y sus secuaces en diferentes periodos de paso por la administración pública, son multimillonarios a la vista, con todo desparpajo y sin un mínimo de asco por sí mismos ni vergüenza.
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Las nubes negras asoman y la aprensión no alcanza a ser debordada por las desmentidas de que no se crearán milicias, de las que los de la llamada “primera línea” han sido un estimulado germen, con delincuentes presos que, romantizados, fueron mostrados por el discurso oficial como jóvenes a quienes no se les debiera aplicar el merecido código penal. Asoman también en las restricciones presupuestales a las fuerzas armadas y el desmembramiento de las cúpulas de las mismas. Además, y por si fuese poco, están esos nubarrones apocalípticos, como en el discurso de la ONU, en las amenazas de ahogo al sistema de salud, con escándalos de corrupción que deben ser corregidos, pero vigoroso a pesar de todo. ¿Qué podría agregarse sobre la inquietud que produce el tema energético?, eso en conjunto con una curiosa empresa binacional de energía con Venezuela, en código de viejos mejores amigos, que pareciera más dispuesta a lavar las restricciones que tiene el hidrocarburo venezolano que a beneficios transparentes (aresprensa).
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VÍNCULO: PETRO EN EL GOBIERNO, ¿QUIÉN EN EL PODER?
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