OSCAR 2021: GANÓ LO AUSTERO Y ALTERNATIVO |
PATRIMONIOS CULTURALES // CINE // Publicado el 26 de abril de 2021 // 21.15 horas, en Bogotá D.C.
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Ya se dijo todo: este Oscar sin carne ni huesos se lo llevó “Nomadland”, cerrando la carrera de los otros premios previos y ceremonias, con los que terminó el año pasado y avanzó este, en tanto se mantienen los cinematográficos impactos de la pandemia con tanta o más virulencia que en el comienzo. La chilena “El Agente topo” fue una de las nominadas a mejor película extranjera, pero competía con más deseos que esperanzas porque la favorita era la producción de Dinamarca. Era aquella la única representación latinoamericana de primera línea. El filme triunfador para el gran premio aborda una temática casi marginal como opción de vida: la de los nómadas que renuncian al hedonismo de la modernidad y las zonas de confort, decidiendo hacerlo como estilo de vida. Los otros galardones también estuvieron descarnados del glamour que fue, porque nadie a esta altura de las circunstancias brutales querría perpetrar tonterías y temeridades contra sí mismos y contra los otros. O eso debería suponerse, porque las imprudencias ocurren en este juego de luminarias y decisiones arriesgadas. Incluso los excesos por austeridad obligada conforman el cuadro de lo que se perpetra como cosas desobligantes o poco aceptables. Lo cierto es que entre las variables de alteración que cambian sin remedio ni vacuna posible el panorama que se consideraba natural en estas galas del cine y lo que representan, también alcanzan extremos impensados hasta hace poco tiempo, y repercuten.
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Por ejemplo, son las salas de cine tradicionales las que más han sufrido en la cadena de valor de la industria cinematográfica con la persistencia de la plaga. Así, casi que le han dejado vía libre a las plataformas que hace menos de dos años mantenían una férrea lucha incluso en los festivales que, como el de Cannes, seguían mirándolas con el desdén del bagaje histórico y con el jugarse por la producción habitual y la de sus circuitos de distribución. Pero es obvio que el horno de las estadísticas por las víctimas y las salas de cuidados intensivos no deja ahora muchos caminos como para hacer arrogantes desafíos que nieguen una realidad traumática. La cual también lo es para la costumbre más que centenaria del recinto de proyección con aire retenido, encierro prolongado y una buena provisión de palomitas de maíz fritado sobre los habituales cucuruchos de papel grueso y algo de plástico. Todo lo conocido quedó atrás en el cine y no se sabe cuándo volverá, si es que vuelve.
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Las cábalas previas le daban las mejores chances a “El Padre” y a “Nomadland”, en particular porque la primera está protagonizada por el laureado y mítico Anthony Hopkins. Aunque los pronósticos son solo eso y las sorpresas jamás están ausentes en la suerte de los que apuestan a la realidad posible del futuro. El peso de Hopkins hacía que todo favoreciera al eventual capricho del veredicto. Pero no fue así y ganó la otra, la alternativa y marginal, la del capricho deliberado. Dentro de lo caprichoso reiterado pesaba además el hecho de que había dos mujeres compitiendo por los primeros lugares de la dirección. El tema de género y los alternativos así como los emergentes, también importan ahora demasiado en las decisiones de los electores de la Academia. Ademas, había un tema de ambiente extenso que no podía descartarse: el estado de ánimo, que es una atmósfera pesada que oprime también al cine y a los que han sido sus tradicionales dinámicas, como ese de ir a las salas.
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En tal marco de referencia cualquier cosa podía pasar con estos premios de otro año atípico. Completaba el plato lo extraño de una ceremonia donde los escasos asistentes tenían opción de asistir enmascarados, como en cualquier película de suspenso, o de terror. Lo hecho en la edición pasada no había salido de lo normal, con los primeros afectados masivos por el virus que asomaba y se extendía. Al tiempo que arreciaba en aquella ceremonia del 2020 el ataque al presidente Donald Trump, quien perdió su reelección al final del año. Derrotado no tanto por el ataque político masivo de la élite del cine a sus aspiraciones reeleccionistas sino por sus propios errores y por los efectos pandémicos, así como por el desdén presidencial hacia una tragedia. La suma que terminó por pasarle una factura ineludible, con el triunfo de “Joe” Biden en la puja. Los contrastes de esas otras atmósferas marcan ahora la historia de la entrega de las estatuillas en este lapso transcurrido entre las dos ceremonias.
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La ganadora ya venía con una parte del camino bien pavimentado. Había ganado hace pocos días el británico Bafta, llevándose cuatro galardones principales: película, directora (Chloé Zhao), actriz principal (Francis McDormand), y el de fotografía que le correspondió a Joshua James Richards. Todo este lote de premios, además del mejor montaje y el mejor guión adaptado. No era poco, si en contravía se supone que los norteamericanos no toman demasiado en cuenta lo que piensan los otros a la hora de otorgar premios en la cinematografía y en tantas otras cosas. Pero es que la magra película de Zhao también había tenido premios máximos con el Globo de Oro, donde había sido galardonada con el lauro a mejor directora, junto con el reconocimiento a mejor drama. Menos fortuna había tenido en los SAG, pero ese es otro cuento por lo diferente del catálogo de reconocimientos en esa parábola de premios a las artes audiovisuales. La directora de origen chino fue la segunda mujer en alcanzar el cielo en la historia del Oscar.
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Anthony Hopkins se llevó un premio consuelo que no obstante es demasiado grande como para irse desconsolado: el de mejor actor principal. Eso de irse es una metáfora porque Hopkins no asistió a la gala que no se celebró en el teatro Dolby donde se realizaba tiempo normal, sino en la bella estación de ferrocarril de Los Ángeles, la Union Station. La austeridad de decorados y escenografía, así como de efectos de escenario y de los cortos que recogen lo mejor de la otrora gloriosa evocación del pasado de la industria, brillaron por una ausencia justificada en la crisis de contexto y la directa que golpea por todos los ángulos la producción del cine. La mayoría de las películas en competencia son desconocidas para el resto del mundo. Esto no solo por el cierre de las salas y las demoras de autorizaciones para verlas en la pantalla chica, sino porque además la atención general está centrada en otros problemas acuciantes. La mejor película en lengua diferente a la inglesa fue para la realización danesa “Another round” y la chilena nominada quedó afuera (aresprensa).
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