LA OMS EN SU CIEGO LABERINTO
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La peste que sigue golpeando al mundo, más allá de lo que se pudiese decir en paralelo con cualquier famosa producción literaria de ese mismo nombre, sacó a flote muchos trapos sucios en la mayoría de los países más golpeados y también de los organismos internacionales. Entre estos y en especial, aquellos donde la China muestra con mayor peso su presencia hegemónica emergente. Uno de ellos es la OMS junto con su cuestionado director que ha sido señalado como títere de Beijing, en semejante crisis. Tedros Adhanom Ghebreyesus representa a Etiopía en la entidad que debería haber orientado el ritmo del mundo en la tragedia pero que ha hecho aportes equívocos y dio señales confusas sobre el drama de manera permanente, desde el inicio. Eso además de exhibir una criminal complicidad en los primeros pasos de la pandemia cuando esta se extendía por el mundo y el régimen oriental trataba de frenar las críticas a sus responsabilidades en el tema. Etiopía es el segundo país más poblado del África después de Nigeria, y es China su principal acreedor internacional. También es el más importante aportante de inversiones en ese continente que, de por sí, es donde la China tiene mayor presencia, aparte del Asia.


Escribe: Rubén HIDALGO

 

Tan solo en el año anterior Addis Abeba firmó 140 contratos de desarrollo de infraestructura con su gran benefactor asiático. Por encima de esa cifra la inversión china en Etiopía es más de la mitad del total de lo que los extranjeros le brindan a este país del occidente africano, en una posición estratégica frente a los escenarios de conflictivo en el Medio Oriente. En el año que corre esos datos se multiplicaron y abarcan ahora esferas de producción y estímulo al crecimiento etíope que cubren áreas como la alta tecnología, el desarrollo agrícola y el turismo. Desmenuzados esos rubros alcanzan desde la construcción de un gran estadio en la capital, y la ampliación del aeropuerto principal. También intervienen los chinos en la posibilidad de que en tiempos cercanos haya un satélite etíope en el espacio, junto con la ampliación de las redes de energía y gas del país, el aumento de la capacidad ganadera y otros frentes no menos importantes. El 50 por ciento de la deuda externa de la nación africana está vigente en acreencias chinas y son 70 las empresas orientales que se radicaron allí en tiempos recientes.

En ese panorama los etíopes todo le deben a los chinos y tal circunstancia los deja  en condición de obediencia debida, como ocurre con la OMS, puesto que la presencia etíope al frente de la entidad internacional aparece en realidad como una máscara que cubre la presencia y decisión chinas en el organismo. Este control es parte de la política estratégica y de largo plazo que tiene Beijing frente al mundo, el que no parece tener intención de revertirse y que no es reciente en términos relativos. Está ligado con el desarrollo económico y social geométrico que este gigante inició  hace dos décadas, con la inserción interior de un vertical programa capitalista de despegue industrial y desarrollo en todos los frentes posibles, menos en el del manejo político. De las 15 agencias especiales de la ONU los chinos encabezan cuatro. Esto es casi un cuarto de la capacidad de operación del ente global.  En el caso de la OMS la  directora que precedió a Adhanom Ghebreyesus fue china y eso le impidió a la hegemonía emergente volver a postular uno propio. Así, se decidió por un obediente subalterno: ese fue el etíope

 

Los ataques que ha recibido la OMS y sobre todo su cabeza visible por parte de Washington no carecen de buenas razones. Ocurre que para los Estados Unidos el desafío que le plantea la China y su pretensión hegemónica, es un planteamiento en diversos espacios superior al que expone Rusia o la teocracia iraní. La reacción contra esa ola incontenible  ya es tardía y el retirarle soporte económico a la organización mundial de la salud suena más a resentimiento crepuscular que a un movimiento con posibilidad de éxito. De por sí ya tuvo como respuesta un repudio generalizado y el señalamiento de una torpeza sumada del presidente Donald Trump. Hace dos décadas, cuando Beijing de la mano de Deng Xioping abrazó la vía capitalista para disparar su desarrollo, el giro copernicano fue aplaudido por Occidente, en especial por los Estados Unidos. Este se hizo también con la esperanza de que se abriese la democratización buscada luego de Tiananmén. La vía china le permitió al gigante abrirse y abrir el mundo a su industria, convirtiéndose en la fábrica del planeta.  

         

Obtuvo beneficios indiscutibles: rescató de la pobreza a la mayoría de la población, creó una franja de nuevos ricos, dejó atrás al parecer para siempre la hambruna sistemática y se preparó para lo que aspiraba: tener una voz y una carta para jugar en la comunidad internacional. Pero no aceptó el juego democrático que es tradición para los occidentales. Nada de eso, sigue siendo un país en el cual decide una decena de dirigentes con una cabeza que concentra el poder y que está en condiciones de prolongar su actual mandato al infinito. El sistema sigue siendo autoritario y el reciente ejemplo de Hong Kong, lo demuestra. Aun más, los juegos y contradicciones de la democracia occidental, con sus balances y libertades es para ellos un riesgo que no están dispuestos a correr. Lo sucedido en Tiananmén en 1989, es recordado por la dirigencia china como un recurso de represión legítimo sin que lo importante haya sido la cantidad de víctimas que produjo aquella represión armada sobre los civiles. Esa es la amenaza que se cierne en la puerta del sur que fue enclave británico hasta 1997.

Hoy no es posible saber si la consigna “Un país dos sistemas”, que rige para Hong Kong, podrá sostenerse hasta 2050, como estaba acordado. Para los Estados Unidos tampoco es ya viable suponer que detendrán a la China, el nuevo espanto que ellos mismos crearon y ayudaron a crecer. La nueva Guerra Fría está vigente y la OMS es apenas un escenario de otros. El uso político de la pandemia es uno de los recursos de la batalla táctica que sigue dejando víctimas sin que se sepa cuándo se detendrá el virus letal que deja bajas como bala perdida de racionalidad ciega y sin que tampoco se sepa hasta dónde ni cuándo bajará su letalidad y expansión. En la misma condición de ciego laberinto aparece el aparato burocrático de guía para la salud mundial. A despecho de la desaparición de médicos y sanitaristas chinos, que avisaron a tiempo desde Wuhan sobre la sombra de lo que sería la pandemia, la entidad que dirige Adhanom fue cómplice de las maniobras de sus mandantes sobre la amenaza que se cernía sobre el mundo. Pero quitarle los fondos al organismo no solo es una tonta retaliación además  de un vulgar e inofensivo paño de agua fría (aresprensa).