HONG KONG, PUNTO DE QUIEBRE
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ACTUALIDAD  //  LENGUA ESPAÑOLA  EN FILIPINAS  // Publicado el 31 de julio de 2020  //  10.45 horas, en Bogotá D.C.

El avance del autoritarismo chino al confinado liberalismo político, jurídico y cultural del enclave hongkonés que fue colonia  británica, muestra el disfraz del discurso político frente a la incomodidad que le produce al régimen la crítica que es costumbre en las sociedades occidentales. Pero no es solo incomodidad, también es asco y desprecio ante lo que consideran se muestra como un desafío hacia la matriz cultural china basada en el taoísmo. Tal matriz señala la necesidad de una obediencia sin discusiones a la autoridad y el respaldo del sujeto colectivo -el “pueblo”, según las doctrinas marxistas que se allanan en este plano a lo planteado en el taoísmo- ante lo que se impone desde esa autoridad. No es el único “mal ejemplo” al que se enfrenta Beijing en su aspiración firme de hegemonía mundial emergente. También están allí Taiwán y las reprimidas provincias suroccidentales que profesan el islamismo. Eso ademas del Tibet, siempre allí como una  piedra dentro del gran zapato cuya dirección monitorea la nomenklatura pekinesa.


La ley de seguridad interior que ya la capital del país no vacilaría en imponer, replantea la simpatía que pudo despertar durante muchas décadas la experiencia china. El capitalismo salvaje que se insertó a despecho del  mandato doctrinario marxista, a partir de Deng Xiao Ping hace más de dos décadas, nunca fue acompañado por una flexibilización de las costumbres políticas. Lo ocurrido en Tianamén hace tres décadas sigue vigente: el gobierno chino no tolera la crítica alguna, ni la tolerará.  Es por eso que los jóvenes de Hong Kong están en capilla y el mensaje de aquella plaza donde se exigió libertad y se respondió con represión, sigue vigente como legado sangriento. Pero la misiva trasciende la deriva que tome la decisión de ahogar la protesta en la liberal ciudad puerto, donde se aplica o aplicaba aquello de “dos sistemas, un país”.  Resulta claro que eso de los dos sistemas solo funciona para lo económico y que no puede haber contradicción ante la naturaleza autoritaria del gobierno.

El encono de unos y otros -protestantes y sistema- es de superior significación para los segundos, en circunstancias y repercusiones. No cabe duda de que una salida sangrienta o de penalidad carcelaria a partir de la drástica legislación, no tiene simetria entre quienes plantean su repulsa y exigencia de mantenimiento de “peligrosas” libertades occidentales, frente a la vertical gubernamental. Esas manifestaciones son subversivas para la dirigencia pekinesa y según sus expresiones púbicas alientan el terror y están dirigidas desde el exterior. Tales señalamientos pugnaces apuntan a Estados Unios y Gran Bretaña en especial, pero también les caería a países como Corea del Sur, Japón y hasta Australia, sin excluir a fronterizos con los que China  tiene rivalidad y conflictos históricos, como la India. Pero nada indica que esos dirigentes pekineses estén dispuestos a que la opinión adversa se extienda en el exterior. Para ellos la  expansión de la influencia está amarrada a que sus decisiones políticas no golpeen los negocios.

Saben que la proyección de una imagen simpática y permeable en el exterior dependerá de lo que en definitiva haga China con Hong Kong y con Taiwán.  El exceso autoritario, un nuevo Tianamén, retrasaría todo lo que tienen planeado para el largo plazo y en marcha para su inserción e influencia en el mundo. El tejido empresarial local y de representación externa afincado en Hong Kong está articulado con el interés de construcción de nichos externos para la producción china. Eso en paralelo tiene mucho que ver con el ambiente que reina en ese puerto ahora amenazado. Condiciones creadas durante la etapa colonial británica, que las nuevas autoridades se han preocupado por mantener para el intercambio, al menos por ahora. Ese estatus de libertades al estilo Occidente hoy en riesgo en Hong  Kong estaría vigente por medio siglo, según el acuerdo que firmó Londres para dejar de controlar ese enclave. Poner en riesgo las ventajas económicas tampoco pasa inadvertido para Xi Ji Ping, más allá de la molestia que le produce la rebeldía.  

El giro diametral que tomó China por el desarrollo capitalista en lo económico es una bofetada sonora  para otros grupos  que mantienen una cerrada visión en lo que le conviene a los países. En menos de  tres décadas los chinos conjuraron la posibilidad de la mortandad por hambre, la que por siglos azotó al inmenso país. El contraste es visto con un corte por la mitad desde la termocefalia de los  occidentales que, por ejemplo en América Latina, se maravillan con China por lo alcanzado, pero se callan para balbucear alguna explicación sobre la manera en que sus mentores lo lograron. El gran país oriental no aplicó una economía de “equivalencias” como lo pregona el mentado socialismo del siglo XXI y sus similares. Unos más ortodoxos que otros, siguen firmes en la obsesión los que niegan la realidad y el remozamiento que ha tenido la historia desde que Antonio Gramsci y los críticos de Francfort comenzaron a cuestionar la  ortodoxia ideológica. Estos no fueron los primeros, pero sí los más relevantes. Esos nombres sirven para dar ejemplos del contraste.

No debe olvidarse que los cubanos prohibieron durante décadas los escritos no solo del renombrado italiano y de los alemanes heterodoxos sino incluso al mismo Freud y Habermas. El asco por la diferencia no se ahorró y lo siguen haciendo. Nunca ni ellos ni sus seguidores en tierra firme tuvieron la firmeza de  “hacer la crítica” que tanto invocan frente a quienes piensan en diversidad. ¿Se atreverían a cuestionar a los chinos por el camino inverso que adoptaron en su modelo, al tiempo tan marxista como taoísta y capitalista para su modelo de sociedad, y también al tiempo tan autoritario en lo político como de mercado y desarrollista en lo económico?; es difícil imaginarlo. Los de este lado del mundo siguen aferrados y en esquizofrenia militante con los metarrelatos del siglo XIX. Los chinos en cambio piensan en cómo hacer pie en Marte antes que los norteamericanos y europeos. Es por eso que Hong Kong podría aún tener esperanzas de que el autoritarismo no se imponga del todo. Eso no le conviene a China (aresprensa).

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