FRANCISCO EN LA BOCA DEL LOBO
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ACTUALIDAD  //  DOXA * //  Publicado el 14 de marzo de 2021  //  20.30 horas, en Bogotá D.C.

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Fue una jugada maestra del estado Vaticano y de su política, que conduce el Papa Francisco, la visita a Iraq realizada hace una semana. Un osado desplazamiento hacia esa parte del mundo martirizada por la violencia y los vientos de guerra permanentes y al parecer interminables. La presencia en Iraq demuestra el manejo casi temerario del actual pontífice romano y de su interés por seguir marcando la historia reciente del papado. Este viaje que culminó el primer domingo de marzo fue desaconsejado por una buena parte de los asesores, pero el jefe de la cristiandad insistió con porfía. No es para menos, el el Medio Oriente sigue siendo agitado por el terrorismo y los ecos de miedo del difícil equilibrio de las potencias que arrinconan al vecino Irán

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En tanto, sobre el territorio del país visitado se siguen jugando en ritmo de violencia los intereses de las mismas hegemonías y de los que ponen el pecho frente a la disputa de complejos intereses mundiales. La visión ecuménica de la orientación romana que lleva adelante Fancisco, pero que no comenzó con él, llega a estos límites de riesgo supremo, como ha sido el del diálogo con la minoría shiíta. Una confesión que sí tiene relevancia en Iraq, aunque con peso determinante en el vecino poderoso que está pasando las estrechas aguas de Ormuz. Francisco quiso cristalizar aquel propósito frustrado de Juan Pablo II, que es la presencia pontifical en una tierra que, según el relato bíblico, vio alumbrar la vida profética de Abraham. Estos pueblos son parte de la “gente del Libro”. El nuevo viaje al Oriente próximo se hizo casi en coincidencia con el medio milenio de presencia del cristianismo en Filipinas, país del Extremo Oriente que tiene la mayor población católica del Asia lejana y que ya fue visitado por Francisco.

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Para el papado esta visita tenía un interés muy especial, aparte de los otros que por tradición son por igual de primera línea en la política ecuménica. Se trataba de hacer una visita de fe a la importante minoría cristiana del maltratado Estado, que sufrió en carne propia la intención de establecer un califato al estilo medieval, con capital en la iraquesa ciudad norteña de Mosul. Es por eso que Francisco estuvo no solo en Mosul sino también en el enclave de Qaraqosh, la principal población que sigue de forma ancestral las enseñanzas cristianas. La misma que los fieles debieron abandonar en la década pasada bajo la persecución del extremismo. Allí celebró una misa multitudinaria y reiteró la tendencia de buscar coincidencias entre los diversos cultos de la región, como tributo a la paz no solo regional sino también mundial. Lo significativo de esa presencia papal en la zona con mayoría de población kurda fue mucho más allá del apoyo a la minoría que no profesa el Islam en el área. También fue una respuesta por elevación a aquel propósito del por ahora derrotado califato en la intención de “conquistar Roma**.

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En la finalidad de propiciar la confluencia de credos, la reunión con el ayatollah Ali al- Saitani, tuvo también una indiscutible relevancia para los propósitos que varios papas antes de Francisco han adelantado como mensaje de paz. Ya el actual Pontífice había visitado a Israel con el mismo propósito de convergencia de la fe por diversos caminos. Pero esta vez al hacer presencia a una sociedad y un país aún sometido a presiones del terrorismo, el Papa encaró un desafío de difícil decisión. Esto al margen de considerar que el actual jefe de la Iglesia es un jesuita y esta congregación opera con mentalidad y determinación militar. Un hombre de la Compañía de Jesús es un soldado de la Iglesia y por formación debe confrontar los peligros mayores con la reciedumbre y templanza propias de un buen soldado. En este caso armado solo de lo que representa con voluntad evidente. Eso fue la visita a Iraq. En otro orden, el encuentro con un ayatollah de avanzada edad e investido con el aire de santidad propia de su confesión y cultura afín, es una señal por elevación para el centro de gravedad del chiísmo que está en Irán, pero que es minoritario frente al sunismo, vigente en la mayoria de los países musulmanes.

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Iraq es un país árabe, en tanto que Irán presume de una genética aria y el nombre mismo de ese país lo señala. Irán quiere decir en lengua farsi “país de arios”. Eso y la vertiente chiíta del Islam los diferencia de los demás estados que siguen al Corán y al Profeta. No es solo una diferencia étnica, también es una marca que genera enemigos irreconciliables dentro del mismo Islam. La teocracia de Teherán no solo está en guerra permanente con Israel, sino además con Arabia Saudita y con otros estados árabes, pero se diferencia del terrorismo sunita que propician tanto los saudíes como el ahora disminuido Al Qaeda o los seguidores dispersos pero activos del “califato”, que también son en su mayoría suníes. Ese es parte del marco de compleja conflictividad de la zona, que tiene como jugador y victima a Iraq, al tiempo que fjue el escenario que transitó el Papa Francisco la semana anterior. Tanto Mosul como Qaraqosh son enclaves en territorio kurdo y es esta una etnia castigada de manera permanente por los países donde se asienta, que son Iraq y casi todos los del entorno: Siria, Turquía e Irán. Los kurdos han luchado siempre de manera infructuosa por formar su propio estado.

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Este pueblo de manera continua ha sido utilizado como carne de cañón de los conflictos regionales y de forma continua ha sido engañado por las potencias “cristianas” que influyen en la región. Salvo el hecho de que los cristianos de Qaraqosh son parte de ese pueblo y estos seguidores de Cristo son una rara avis pero milenaria en territorios del Islam, los kurdos como entidad diferenciada en la región tienen muchas razones históricas para mirar con distancia y desconfianza cualquier mensaje que llegue de Occidente con letras y palabras de buena voluntad. El engaño para ellos ha estado allí de manera permanente, a la vuelta de la página y de la palabra. Basta como ejemplo el resultado de la Primera Guerra Mundial, cuando se les prometió a los kurdos independencia en el espacio que les correspondía del derrotado imperio turco. Una promesa que jamás se cumplió. Detrás de toda esa carga también está presente en la mentalidad de todos ellos lo ocurrido durante las Cruzadas, que para esos pueblos a diferencia de los países europeos es memoria viva como tragedia.

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Los cristianos de esa zona del mundo son llamados melquitas o siríacos, quienes en diferentes vertientes siguen ritos afines con la ortodoxia que dejó como herencia Bizancio y utilizan el árabe o el griego como lenguas de culto. No obstante, se les considera de igual manera cercanos al catolicismo. El quiebre de la guerra en el pasado cercano dejó una profunda marca de desarraigo y destrucción para estos cristianos, lo que pudo presenciar Francisco durante su visita y oficios religiosos, al tiempo que reiteró la condena de la Iglesia al terrorismo y la violencia por razones políticas enmascaradas en la fe. La disminución de la población cristiana, perseguida por el terror, llevó incluso a la formación de una milicia propia en los años de mayor deterioro de la situación. Los milicianos manifestaban que se armaban y rechazaban a sus perseguidores con los mismos métodos del enemigo sangriento porque es “un mandato bíblico” y un derecho de legítima defensa. Aunque reina ahora un relativo apaciguamiento en zonas hasta hace poco devastadas, lo reseñado da una pincelada tenue de lo que enfrentó Francisco hace pocos días (aresprensa).

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EL EDITOR

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* La columna Doxa expone la posición editorial de la Agencia de prensa ARES

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** Lo dijo el fallecido “califa” Abubaker al Baghdadi

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VÍNCULO : TWITTER Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN