EN ECUADOR GANÓ EL ESPANTO
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ACTUALIDAD  //  Publicado el 14 de abril de 2025  //  21.15 horas, en Bogotá D.C.

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Se cierra otro ciclo electoral en esta compungida Iberoamérica, con el protagonismo de coyuntura que se anotó Ecuador, vía elección de un nuevo presidente. El vigente mandatario renovó su mandato de oportunidad en forma contundente. Daniel Noboa, quien debió convocar a elecciones debido al desajuste institucional que provocó el truncado mandato de Guillermo Lasso, ganó con dudas pues en la primera había alcanzado la victoria con ajustada diferencia. Noboa debió aceptar la “muerte cruzada” que impone la ley del país. La pugna ahora se centralizó en los dos candidatos de una polarización profunda, que no es nueva en el subcontinente: aquellos que se mantienen leales a lo que se trazó desde el Foro de Sao Paulo a inicios de los 90 frente a quienes capean tempestades en la nueva tendencia del mundo, que “derechiza” posiciones y eventuales proyectos de liberalización.

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Escribe: Rubén HIDALGO

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Todo eso, como lo es el caso de Ecuador, en medio de una ecuación de violencia que tiene su base en el negocio del narcotráfico y otras economías ilegales. Actividad marginal de la que no están ausentes negocios ligados a los recursos naturales escasos. Ecuador no tiene tierras raras, pero tiene petróleo que sigue siendo un recurso valioso en la actual y temblorosa geopolítica mundial, aunque su precio por ahora esté por debajo de la lógica normal. Pero nada es normal por ahora y pareciera que seguirá así quién sabe hasta cuándo, porque la tendencia es a que los desequilibrios y los riesgos se amplíen. Ecuador tuvo en el inicio de 2025 el mayor pico de muertes violentas de su historia: 785 durante enero. Pero esto es solo una muestra trágica. Otra prueba de disolución en lo simbólico e institucional al respecto es el no reconocimiento del resultado electoral por parte de la candidata perdedora, Luisa González. Pero hay una ventaja en votos demasiado amplia como para que sea negada, sin más: 56 por ciento, frente al 45 corto que obtuvo su rival.

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Detrás del velo de lo contingente está sobre la mesa en lo que decidió ayer en Ecuador la sombra ominosa del correísmo, junto con la corrupción que no es exclusiva de aquel gobierno pero que lo identifica. De igual manera como el ex presidente se consideró, con su Revolución ciudadana a cuestas, como aliado estratégico de quienes hoy son cabeza de dictaduras que avergüenzan al Continente. Eso es lo que hoy son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Al tiempo, que ese fiero rostro se mantiene como potencial posibilidad en el altiplano boliviano. Es ahí donde anida la serpiente que hubiese atrapado de nuevo el destino inmediato de los ecuatorianos. Es también en la coyuntura la esperanza relativa de esas mismas dictaduras, las que hubiesen esperado así imaginar otra vez que tienen, no un proyecto, aunque sí una voz de mayor sonoridad para que sus mandatos tuviesen alguna proyección favorable, al menos en la región. Hasta ahora Correa, el pater noster de esa facción política quien aspiraba a recuperar el poder, seguiría como prófugo de la justicia.

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El ex mandatario que ha negado de manera sistemática las acusaciones y el enjuiciamiento, sigue en el candelero. Pero hay cosas que lo delatan, una de ellas es la protección en territorio ecuatoriano de jefes subversivos colombianos y de otros países durante su gestión. De igual manera, fue uno de esos cursantes destacados de la escuelo superior de cuadros cubanos, conocida entre las sombras bajo la denominación de “Ñico López”, que evoca a un legendario hombre de la Revolución cubana, muerto antes de la caída de Fulgencio Batista. Fue este López, al tiempo, el que le puso a Ernesto Guevara de la Serna el apelativo de “Che”. Ese historial del ex presidente ecuatoriano no lo descalifica per se, sino que es una radiografía de lo que es un riesgo supremo para el futuro ecuatoriano. Al respecto, debe recordarse que cuando la fuerza armada colombiana arrasó el campamento del jefe subversivo, alias “Raúl Reyes”, en suelo ecuatoriano, hubo conflicto entre los dos países, haciendo Correa caso omiso de su condición de alcahuete del terrorismo.

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De tal forma, lo que estuvo en juego en Ecuador antes y después de la jornada electoral trasciende sus fronteras porque tanto el terrorismo internacional como el narcotráfico ligado con las estructuras que aún levantan banderas de reivindicación social, fueron el telón de fondo de esta apuesta electoral. Las agrupaciones violentas que tuvieron su génesis en territorio colombiano y se expandieron desde el sur del país cafetero hacia el vecino, por lógica histórica, están distantes de aquellas banderas de revancha social tan fracasadas como románticas. Insisten en ellas por razones de propaganda y cobertura, que favorecen tanto el negocio marginal como el reclutamiento de nuevos cuadros armados, dispuestos a la lucha por ganancias a veces monumentales. Eso aun al precio de la vida propia o la libertad de ellos mismos o de los inocentes que se cruzan de manera involuntaria por la senda de la violencia. Es esa la nuez del desafío y el espanto que estuvo presente en la jornada de la víspera en Ecuador, de interés estratégico para este país y sus vecinos.

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La pugna electoral entre Manuel Noboa y Luisa Fernández deja así de ser un cuadro limitado al interés local y adquiere trascendencia por lo menos regional. Pero también en vínculo con la gran crisis geopolítica y comercial que afecta al mundo por estos días y con extensión hacia un futuro más allá de lo inmediato. Los picos de violencia que enmarcan a una sociedad convulsionada están a la vista: Ecuador pasó a ser en poco tiempo un conglomerado social pacífico y en progreso, a tener índices de mortalidad impactantes en el marco de su violencia interna: 785 víctimas mortales en enero de 2025, frente a los 505 del mismo mes del año previo. Es una tormenta criminal que afecta de forma dura al país. Durante el mandato de Correa el Ecuador fue una retaguardia estratégica, un santuario, para la subversión colombiana tal como sigue siendo la Venezuela chavista. Ese ingrediente del terror fue determinante en la decisión que tomaron los ecuatorianos en el proceso que ayer quedó cerrado por el referido espanto.

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Noboa ganó por un amplio margen producto de esa impugnación radical, que es al mismo tiempo un revulsivo contra la crisis generalizada tanto institucional como económica, que sufre el ahora maltratado país. Los ecuatorianos no vislumbraron otro camino que el que se recorre, ante la evidencia de que no había mejores vías de salida y sin que la opción por Noboa sea la mejor. Eligieron un mal menor ante el miedo que tuvieron frente al otro mal en peor. Eso de mal menor lo demuestran algunas de las medidas equívocas del mandatario elegido por segunda vez, luego de su corto primer mandato, fruto de la profunda crisis que ahoga a los ciudadanos que sufren el acoso generalizado. Noboa violentó la inmunidad de la embajada de México para detener a un opositor. Una decisión grave, cualquiera sea la argumentación esgrimida. Tampoco ha logrado reducir la violencia descrita, ni está a la vista el que logre reducirla, no al menos en un lapso cercano. Eso explica el amplio margen de su victoria que la opositora no reconoce, pero que es tan amplio que no podría ser fraudulento y sí basado en un miedo cerval al regreso del correísmo (aresprensa).

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VÍNCULOS : SIEMPRE MALVINAS //  UCRANIA: UNA PAZ A DENTELLADAS

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