EL CORONAVIRUS
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EL CORONAVIRUS *


Aún cuesta acostumbrarse a decir Covid 19 y aunque su nombre básico, con el que saltó de boca en boca de todos, ya se ha consolidado en el imaginario general, lo cierto es que el temor al inesperado intruso es mayor que los  hechos fatales que señalan su presencia y expansión. El coronavirus ya es una fatalidad de alcances orbitales y aunque la Organización Mundial de la Salud se resiste a mencionar la existencia de  una pandemia, lo cierto es que lo es y la erosión de credibilidades y estabilidad siempre relativa de los indicadores económicos golpea por ello sin clemencia, no obstante rápidas curvas ascendentes de  calma relativa. No son tantos los impactados por la enfermedad, ni siquiera tampoco lo es número de los infectados,  pero la tendencia de alarma e incertidumbre crece y eso  es suficiente para que se suspendan las  reuniones masivas, se paralicen las  intenciones de viaje y suba el precio del dólar, al tiempo que se derrumban los indicadores de producción en aquellos países  donde el problema es mayor: China, Corea, Estados Unidos y varios de Europa. En tanto, peligra la realización de eventos multitudinarios de la región. Entre ellos, queda bajo observación la Feria del Libro de Bogotá, que se celebraría en el próximo abril y podría convocar a más de medio millón de personas, en proyección estadística.


Llama la atención, eso sí, que sean chinos e iraníes, aparte de los italianos, los que soportan el mayor peso del problema en número de víctimas y afectaciones relacionadas. Dos de ellos, los  principales adversarios vigentes de los norteamericanos, uno en lo económico global y el otro con las armas en la mano. Eso le da aliento a las  teorías conspirativas que rodean la expansión de la enfermedad y mayor suspenso se produce por el hecho de que hay un libro publicado al comienzo de la década de los ochenta del siglo pasado, que da con toda precisión en el nombre del punto geográfico chino donde comenzó el problema y acierta además en el año del suceso.

Eso le ha servido a Nicolás Maduro para afirmar que bien podría tratarse de una acción de guerra biológica del “imperio”, que él siempre condena como origen de todos los males de la humanidad. El trágico y al tiempo folclórico mandamás venezolano lo hizo poco tiempo antes de que diera curso a la consigna dirigida a las mujeres venezolanas de “...parir, parir y parir...”. Algo parecido a lo que hacían las SS alemanas con las mujeres del Reich, mientras sigue el locuaz venezolano señalando a sus opositores como fascistas y excluyéndose del epíteto, como si él fuese demasiado diferente. Aunque Venezuela tiene sus razones en la sensibilidad sobreactuada: la enfermedad golpearía con mayor inclemencia al país caribeño por la precariedad de su aparato de salud pública.

Eso conjugado con la vulnerabilidad de la mayoría subalimentada  de la población venezolana, que es incontrastable a los ojos del mundo. Esas dos variables cruzadas hacen pensar que para Venezuela la enfermedad incrementaría la sombría catástrofe causada por la implantación del llamado socialismo del siglo XXI, hace más de dos décadas. El cuadro prolongaría la siniestra situación a Colombia, que ya de por sí carga con el peso de  casi dos millones de venezolanos desplazados por la miseria y la violencia del régimen de Caracas. Un panorama poco auspicioso para ambos países ligados por su historia y frontera.  En un caso semejante ninguno de  los estados fronterizos golpeados puede ignorar que en conjunto tendrán consecuencias serias.

En la subregión el virus ya está diciendo presente en el Cono Sur, Brasil y el Ecuador, al tiempo que en los últimos días también ha pegado en Colombia. Nadie duda que se ha demorado en llegar pero ya llegó. Aun cuando las autoridades del país cafetero afirman que están preparadas para lo que viene, la mayoría de sus habitantes dudan de que esto no sea algo diferente a un pronunciamiento con bastante de demagógico. Más allá de que la caída en popularidad y de que la credibilidad de la actual administración es dudosa, resultaría una grave boutade que la pretensión de brindar calma desde el lado oficial dé lugar a salidas escapistas. Un error en ese plano haría más sensible el cuadro político vigente y erosionaría en mayor medida a una economía que se mantiene con los problemas de siempre, pero se mantiene.

La mortalidad que deja la pandemia es baja en términos estadísticos, en el país de  origen se aislaron a unas 50 millones de personas y el índice de mortalidad apenas supera el 2 por ciento, de grupos sociales determinados y con gran vulnerabilidad. En efecto, se ensaña con adultos mayores y con enfermedades de arrastre de diferente gravedad, además incide en especial sobre aquellos con inflexión en el sistema autoinmune. Para un régimen autoritario como lo es el de China resulta fácil en términos relativos hacer un círculo profiláctico sobre grandes masas de población. Es más difícil hacerlo en Occidente, aunque en Italia lo practican con relativo éxito, y debe ponerse de relieve que el caso del primer contagiado en el país cafetero es de una joven que llegó de un paseo por el norte de aquella península sobre el Mediterráneo, la que en Europa sufre el mayor peso de afectados.

Lo cierto hasta ahora sobre el conocimiento que se demuestra en terreno por la observación de la población infectada, no solo es que ataca en especial a quienes tienen mayor edad sino que es mínima  la evidencia de que los animales tengan que ver con la expansión y virulencia de la enfermedad. De tal manera que el riesgo de contagio corre  por cuenta de las actividades humanas.También es palpable y debe ratificarse que la mortalidad es reducida y al tiempo que en la mayoría de los casos, si se siguen los procedimientos ya oficializados, es alta la posibilidad de supervivencia y superación del  trance. El aislamiento intramural en los hogares y la negativa inicial a la hospitalización son parte de los procedimientos más usuales para salir adelante y evitar riesgos mayores de expansión.

Esta última, como se ha visto, es geométrica y ya cubre el mundo, con la salvedad de África, donde la incidencia por ahora ha sido mínima. El pánico extendido y sus consecuencias es lo que se marca por ahora con mayor incidencia. No solo se han visto afectadas las pasarelas de moda, como las de Milán y París, en Europa, sino que los principales eventos deportivos han sido golpeados y se espera más. Un cálculo inicial dice que solo en el viejo continente la industria del buen vestir podría ver disminuidas sus ventas anuales en unos 50 mil millones de euros. También está en riesgo la cercana y prevista celebración de los juegos olímpicos en Tokio. Por este lado del mundo se está pidiendo la suspensión de la Asamblea del Bid en Barranquilla, con sus 7 mil invitados, e incluso hay riesgo para los partidos que en pocos días darían comienzo en Suramérica, por las eliminatorias al Mundial de Catar (aresprensa).  

EL EDITOR

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* La columna Doxa expresa la posición editorial de la Agencia de prensa ARES