COMPLEJA DECISIÓN CHILENA |
ACTUALIDAD // Publicado el 26 de noviembre de 2021 // 19.00 horas, en Bogotá D.C.
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El resultado de las elecciones celebradas en Chile el pasado domingo pareciera alentar la esperanza de que la democracia moderna, con todos sus defectos pero tambièn con sus incontrastables virtudes comprobadas, pueda seguir avanzando en Chile. Hacia adelante, así como lo ha hecho esa sociedad en su «loca geografía», desde el retorno a la normalidad institucional, a partir de la última década del siglo pasado. Ello a pesar de que el riesgo, cualquiera sea el resultado de la segunda vuelta electoral prevista para la víspera de esta Navidad inminente, sigue ahí agazapado en la Convención constituyente. Eso además de las convicciones mesiáncas puestas sobre el escenario del sur del país por grupos que reivindican derechos desde la óptica indígena, por la vía de una violencia constante y que se amplía, incluso al país que está al otro lado de la cordillera. Una violencia que crece y que| quenes la promueven se han declarado en virtual estado de guerra contra lo público y privado, así como también en contra de la unidad territorial del país. Una violencia en la parte austral del estado austral que deja ya víctimas mortales entre inocentes, victimarios y víctimas, sin que se observe una eventual salida racional en la encrucijada de lo inmediato.
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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA
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Esta Convención que se propone cambiar la Constitución vigente fue elegida después de la perturbación social generalizada que estalló hace dos años y con peso de una representación que huele a extremismo. Una visión que pareciera hasta ahora seguir dispuesta a dar el golpe y giro copernicano hacia lo no democrático, en el intento redivivo por acabar con la normalidad lograda y convertir a Chile en otro espejo roto, como hoy lo es Venezuela y Nicaragua, o aun más allá. No es la primera vez que esto ocurre en una sociedad en la que se suponía habían quedado atrás huellas de las tragedias. El veredicto democrático parcial pero contundente de las urnas hace una semana señala a las claras que existe una alarma marcada por el peligro cercano y que la actitud del elector sería el no permitir el retroceso sombrío que dejó estigmas en el imaginario de la mayor parte de los chilenos. Quedó claro eso en la decisión del electorado que no pocos esperan se confirme en diciembre. Pero nada es definitivo por ahora y la posibilidad de que el país entre en un periodo de inestabilidad sigue presente.
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El triunfo de José Antonio Kast sobre el izquierdista Gabriel Boric sorprendió de alguna manera, aunque los antecedentes recientes, sobre todo en el sur del país,
hacían que no fuese aventurado pronosticar el triunfo de la derecha vertical por rechazo a la violencia termocéfala y secesionista que tiene por escenario a toda la Patagonia, tanto argentina como chilena. Las
cuentas dicen que Kast se impuso sobre su contrincante por más de 4 puntos, algo nada despreciable como piso para una segunda vuelta que, por proyección estadística, lo dejaria a las puertas de ser nuevo
inquilino de La Moneda, en Santiago. Pero el panorama tiene detalles picantes que terminan en esa reversa del electorado, por el momento, aunque impensable hasta hace pocas semanas. Eso sobre todo si se tiene en cuenta lo
sucedido durante la consulta popular que dejó hace un año todo listo para el debate hoy vigente dirigido a reformar la Constitución, el cual fue opuesto de manera diametral a esta otra decisión del voto popular.
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Los electores advirtieron que el peligro y el rechazo a la gestión de Sebastián Piñera no significa realizar un salto al vacío, como pareciera ser la dirección
que ha tomado la Constituyente. Ha vencido una derecha más ortodoxa que la del candidato oficial: Sebastián Sichel, muy cerca de quien obtuvo la tercería en votos, Franco Parisi, este con un 13 por ciento.
La proyección estadística aludida se basa en que ese 26 por ciento sumado de los votos bien podría inclinarse por un controvertido Kast dada la virulencia del otro extremo, el que impulsó el resultado
de la Constituyente, sobre la ola disolvente y terrorista que enlutó a Chile en 2019, con ciudadanos muertos en las calles y bienes patrimoniales históricos y de uso público, así como de iglesias.
Algo similar a lo ocurrido en Colombia en los últimos dos años y en la Argentina de Mauricio Macri, en 2017, cuando grupos radicales cercanos a quienes ganaron las elecciones en diciembre de 2019, atacaron al
Congreso, en Buenos Aires, con 14 toneladas de piedras.
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Demasiadas similitudes y consignas regionales en las paredes favorables al terrorismo y la disolución del estado de derecho, como para imaginar que lo sucedido en estos tres países sudamericanos eran simples manifestaciones de una juventud inconforme o espontáneas expresiones de repulsa al sistema. Resulta evidente, por lo observado en estas elecciones chilenas, que la ingenuidad de algunos y los fines protervos de otros, los que aprovechan las coyunturas de crisis, no han logrado imponerse sobre el rechazo de muchos que no le apuestan al terrorismo y repudian a quienes lo alientan. Dentro de lo curioso que se observa ahora en la evolución del escenario chileno aparece el agotamiento por ahora irreversible del modelo que imperó desde que se dejó atrás el gobierno de los militares que derrocaron en 1973 a Salvador Allende. La impugnación callejera y violenta a la administración Piñera, marca en las urnas el final de un prudente proceso de reinstitucionalización que transcurrió durante casi 3 décadas desde el alejamiento del poder de Augusto Pinochet.
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Todo aquello con eje en la alianza que se llamó Concertación, tomando como base a la tradicional Democracia Cristiana, hegemónica en el Chile democrático
previo a Augusto Pinochet, y al viejo socialisno no delirante ni violento, también de gran peso polìtico en aquel igualmente viejo Chile, en lo que hacía a sus costumbres políticas. Piñera
no fue parte de ese proceso en sentido pleno pero de alguna manera lo continuó. Al final ese todo voló por el aire con la impugnación de las calles que sufrió el actual presidente y las cartas
hacia el futuro inmediato aparecen como diferentes en lo que se advierte y derivó con la instalacion de la Constituyente. Ahora, además, con la derrota contundente del candidato Sichel, señalado como heredero
del actual jefe de Estado, así como de la democristiana Yasna Provoste, representativos ambos del statu quo que pareciera quedar atrás. Así, las opciones de centro por el momento se muestran agotadas y hundidas en este Chile que hasta hace poco tiempo se mostraba
como tranquilo y estable, así como ejemplar en la región (aresprensa).
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VÍNCULO : NICARAGUA MÁS HUNDIDA EN SU ABISMO
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