COLOMBIA-VENEZUELA, A «TRES BANDAS» |
Unos 15 días antes de que tomase posesión de su cargo el nuevo canciller colombiano, Álvaro Leyva, recibió un documento al tiempo descriptivo y prospectivo, así como en principio reservado, de la nueva etapa de relaciones entre Bogotá y Caracas. Un vinculo histórico que estuvo más de un lustro interrumpido. Así fue, casi de manera total, en la parte oficial aunque el flujo de lado y lado siguió en el tránsito ilegal tanto de personas como de cosas y por debajo de la superficie o mediante vías alternas, en general grises y con frecuencia tenebrosas. El trabajo de seis páginas había sido elaborado por la llamada “Mesa de observación y reflexión Colombia - Venezuela”, constituida al final del primer trimestre del año y antes de que se iniciara el ciclo electoral, que renovó el poder legislativo del país andino y luego definiera al nuevo presidente. La Mesa está integrada por personalidades extranjeras y locales de la diplomacia, como también por académicos, periodistas y un experto norteamericano en procesos de paz. La conjunción de especialistas, en su núcleo duro y con el grupo de apoyo que lo acompaña, delibera de manera continua desde su conformación y no recibe subvenciones de fuentes privadas u oficiales. En su letra el documento entregado al flamante canciller detalla en tres segmentos las condiciones de entorno amplio y regional que enmarcarían la rearticulación de vínculos entre ambos países. Una particularidad del trabajo es que en él se explaya la posición de Brasil en estos fenómenos geopolíticos, si Inázio Lula da Silva ganase la puja electoral que se aproxima en el país vecino. En ese caso eventual pero probable, Brasil tendría el propósito de conformar un eje de poder entre Buenos Aires, Brasilia y Bogotá. Pero de la entente se excluiría en principio a Chile y Venezuela. Sería este un eje de poder suave sudamericano. con intención amortiguadora de los conflictos y tensiones regionales y mundiales.
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Señala el aporte de la Mesa, tal como ya se puso en marcha, que la recomposición de lazos no sería integral en principio, sino por etapas y con obstáculos para nada fáciles de superar, más allá de las intenciones voluntaristas anunciadas por las altas esferas de ambos gobiernos, así como bien recibidas por las sociedades perjudicadas en la pugnacidad entre los gobiernos, en las etapas previas. El corte del intercambio económico en blanco e incluso en las relaciones interpersonales y familiares perjudicó a todos, incluso a los protagonistas del exabrupto diplomático. Un cuadro de situación precedido por una larga confrontación de sesgo ideológico, a partir del ascenso del régimen chavista y de la tensión regional que produjo en lo amplio la emergencia de corrientes de izquierda en varios países de la región. Las amenazas y los movimientos de tropas no estuvieron por fuera del señalado cuadro de tensiones y rispidez en las relaciones que desembocaron hace casi una década en la interrupción de los lazos. En el telón de fondo han estado también presentes los intereses de las grandes hegemonías mundiales. Países europeos, en particular los de la Alianza Atlántica, junto con los Estados Unidos por un lado y el menos conformado pero desafiante bloque que aspira a contraponerse a lo que por generalidad se denomina Occidente, son parte del infortunio local.
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Los primeros, cercanos a Colombia, en tanto que los segundos integran un frente variopinto en los que figuran Rusia, China, Irán y de alguna manera Turquía. Caracas ha tejido fuertes vínculos en las últimas dos décadas con este otro frente, cuya presencia en la región se afirma ahora con mayor vehemencia por la guerra en el oriente de Europa. Estos aspectos se abordan en el trabajo escrito que se le hizo llegar al nuevo canciller colombiano, a pedido del hoy alto funcionario del gobierno Petro. En las líneas del texto se alude de manera puntual a las maniobras militares conjuntas entre los tres primeros países desafiantes mencionados, a los que se agregaron Argelia, Bielorrusia, India y Vietnam. Los ejercicios bélicos están en pleno desarrollo en el área de Barquisimeto y terminarán el 27 del mes que corre. Es la primera vez que ocurre en Sudamérica una conjunción con planes y actividades semejantes. En fecha reciente Venezuela mostró en público la flota de drones de ataque ensamblados en el país caribeño y provistos por Teherán, así como ha hecho gala verbal y amenazante de su capacidad misilística de corto, medio y largo alcance, con capacidad para llegar a blancos más allá de sus fronteras. El trabajo de los expertos, que se presentó a Leyva, señala que esas maniobras ahora en curso son una verdadera provocación de Caracas a sus vecinos.
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Aunque esos movimientos belicistas de Venezuela contrastan con la voluntad expresada por Bogotá en el sentido de sellar las fracturas existentes entre ambos países, la decisión del nuevo gobierno andino tiene buenas bases intrínsecas. En particular con fundamento en las afinidades de visión de mundo, que tiene raíces no siempre explícitas con el régimen bolivariano, el grupo político que encabeza el presidente Petro y también el de no pocos personajes de la coalición a cuyo frente está el llamado Pacto Histórico, articulado en su momento por quien ocupa el Palacio de Nariño desde el pasado 7 de agosto. Por lo pronto, los dos gobiernos ya han designado embajadores y de igual forma los mandos militares se han puesto en contacto para disponer lo pertinente en lo ordenado por los ejecutivos. Resta por armar esos detalles donde se guarece el diablo, debido a que la conflictividad añeja entre ambas capitales, que tiene mayor evidencia en las zonas fronterizas, agrega un conjunto de otros protagonistas que podrían obstaculizar los mejores deseos. El gobierno Maduro, desde tiempos de Hugo Chávez, ha tejido alianzas con algunos de los grupos armados que de manera histórica han confrontado con la institucionalidad colombiana y se comportan como una cierta “quinta columna” de los intereses ideológicos y geopolíticos de la administración de Miraflores sobre territorio colombiano. Esa es la madeja más delicada de abordar en términos políticos, económicos, de seguridad y militares.
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Bogotá tendría en agenda ese problema como parte de lo que ha llamado “paz total”, en tanto objetivo general de su gobierno. En ese tramo sería muy importante el papel del canciller Leyva, quien es un reconocido negociador con los grupos ilegales armados y fue protagonista en el pasado proceso de desarme de las Farc, en La Habana. En tal sentido la actividad de este ministro aparece como transversal en el interés de Petro de normalizar las relaciones con Venezuela y con las propuestas de negociación que ya se adelantan, en particular, con el llamado Eln, en armas impugnación al estado colombiano, aunque amparado por Caracas. Esta agrupación se financia no solo con sus actividades tradicionales, que no es solo el choque con los uniformados colombianos sino además, con el reclutamiento de menores, la extorsión y el secuestro. También este grupo terrorista es parte del negocio narcotraficante y la explotación de minerales raros, al igual que de riqueza aurífera en la nación caribeña y en Colombia. A los observadores se les hace difícil imaginar que dejarán sus jugosos negocios ilícitos y alianzas habituales, para apostar a una paz que de por sí sería onerosa para los colombianos, al igual que poco conveniente para el tramado internacional de Caracas.
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Es por esa presencia de protagonistas irregulares en el escenario de negociación, que la dinámica de acuerdos de los gobiernos será “a tres bandas” y en una suerte de dinámica amplia y horizontal entre los participantes oficiales y los alternativos. Ambos gobiernos -según el documento de los expertos- deberían aceptar ese tercer interlocutor armado, con voz y condiciones que no son nuevas para ninguno de los dos estados, ya que ellos son determinantes en los movimientos “underground” de las fronteras y están empoderados. Otro protagonista que aparecerá en el futuro inmediato dentro del escenario regional -siempre a la letra del escrito referido- es el Brasil, en particular en la política exterior brasileña si fuese Inázio Lula da Silva quien se impusiese frente al presidente Jair Bolsonario, en las elecciones que se iniciarán en octubre en dos vueltas electorales. Los equipos diplomáticos que acompañan a Lula en su reiterada aspiración imaginarían recomponer el sistema de alianzas regionales, que ya se ensayaron en la anterior gestión de Lula, durante su paso por el Planalto. Esta estrategia tendría una novedad que no se puede pasar por alto: Brasil tendría la intención de conformar un eje estratégico entre Buenos Aires, Bogotá y Brasilia como una suerte de “soft power” sudamericano (aresprensa).
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VÍNCULOS : MALVINAS, LA TRAICIÓN
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