CHINA: COSTA SECA PARA FILIPINAS
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PATRIMONIOS CULTURALES  //  LENGUA ESPAÑOLA EN FILIPINAS  //  Publicado el 01 de marzo de 2025  //  19.45 horas, en Bogotá D.C.  //  08.40 horas del 02 de marzo, en Manila 

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En Ucrania y el Oriente cercano se desarrollan las guerras a las que Occidente les presta más atención. Al unísono, se acuerdan ceses al fuego eventuales o en desarrollo que no garantizan paz y estabilidad, aunque se construyan ilusionen que tampoco generan mayor tranquilidad a un mundo con suficientes aprensiones sobre un futuro estable, y sí temores fundados a la extensión de los vigentes conflictos. Eso incluye de forma necesaria y suficiente al hirviente panorama ucraniano en lo político, pues los anuncios de una eventual paz a la guerra que ya cumplió tres años el lunes pasado, no cierra la contradicción abierta en el centro de Europa. En tanto, se incrementan las tensiones en el Lejano Oriente. Los protagonistas en este caso siguen siendo China, Taiwán y Filipinas, sin que sean estos los únicos interlocutores en situación de rispidez creciente. El mapa sobre las aguas que comparten varios países y que es conocido como Mar de la China, es el foco de conflicto con hostigamientos de naves, además de verbal y de contrastación argumentativa, que se agita desde hace unos dos años, como ingrediente sumado a un conflicto que también es tanto ancestral como global.

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Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA

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Una parte de esas aprensiones las genera el avance de China sobre el mar del mismo nombre y la exhibición de un mapa elaborado por Beijing, donde en la práctica se traza una “costa seca” contra los países costeros en ese espejo de aguas marítimas. El problema no es nuevo y tiene como ingrediente el pulso sobre la siempre amenazada Taiwán, foco de discordia irrefutable, no de ahora sino desde el fondo de los últimos siglos en los que la isla tuvo diferentes sujetos geopolíticos dominantes, entre ellos el Japón imperial hasta el final de la Segunda Mundial y como escalón, más atrás en el tiempo, también la presencia portuguesa que llamó Formosa a esa isla. Pero su población siempre fue china en lo básico y, más allá de sucesivas migraciones desde las islas cercanas, entre esos, los que luego se convirtieron en países, como lo ha sido Filipinas. Este otro archipiélago es protagonista de la zona y de los interlocutores en tensión sobre el espacio marítimo por el que circula una buena parte del comercio local y mundial.

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Filipinas ha reforzado su alianza con Estados Unidos, el principal interlocutor de la región, protagonismo que ahora comparte con China, la nueva potencia del entorno. Vale especificar que ese rol relevante está más atrás en lo histórico del resultado de la Segunda Guerra Mundial. El conglomerado isleño de Filipinas y su relación estrecha con Washington arranca desde la derrota de España frente a estos norteamericanos, en 1898, cuando los ibéricos perdieron lo que quedaba de su imperio cuya caída definitiva se había iniciado en las primeras dos décadas de esa centuria, con la independencia de la América hispana. A partir de ese momento y de la correspondiente frustración de los independentistas asiáticos que pretendían deshacerse, no de los americanos, sino de los españoles, los nuevos colonizadores se quedaron durante algo más de media centuria. Esto es, hasta un año posterior al final de la última guerra en el Pacífico. De la misma manera que los españoles, a través de México, estos americanos del norte dejaron su impronta en el país malayo que cubre más de mil islas. La marca de los norteamericanos se prolonga hasta el presente.

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Entre esas huellas está la imposición del inglés como lengua franca de las islas, las mismas que habían tenido al español como nexo de comunicación básico y herramienta de unidad isleña, junto con los actos de habla locales, durante más de tres siglos. Esa relación forzada desde el inicio del siglo XX, cubrió dos etapas: primero de los nativos contra los norteamericanos y, luego, contra la ocupación japonesa durante el conflicto universal. Después, Manila aceptó que la presencia norteamericana se mantuviera durante toda la Guerra Fría, con bases militares que son ahora antecedente de la nueva alianza en desafío regional que Beijing rechaza. El reciente mapa que agita las aguas del mar adyacente ha tenido como respuesta inmediata las fricciones, más cercanas en tiempo, entre los buques chinos con pescadores artesanales y barcos del gobierno que ordena desde el palacio de Malacañán, en Manila. Las bases de Subic y Clark fueron los emblemas de la presencia de Estados Unidos en el Extremo Oriente. Estas junto con las establecidas en las Marianas y Carolinas, islas que también fueron parte de la Micronesia española.

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Todas las nombradas quedaron como herencia hispana, incluidas las de Micronesia, en el centro del gran océano que alguna vez recorrieron Magallanes y Elcano, para sumarlas al imperio europeo. Las bases militares estadounidenses en el Archipiélago, de cara al mar que ahora pretenden hegemonizar los chinos, fueron fundamentales tanto para las guerras de Vietnam, así como la previa de Corea, en el inicio de los años 50, cuando ya se agitaban los vientos de la Guerra Fría, caliente en las periferias del mundo, como estas del Oriente lejano. Esos emplazamientos militares fueron los puntos más fuertes en la miríada de bases que instalaron los americanos del norte alrededor del mundo. Solo Subic llegó a albergar una dotación de más de 15 mil uniformados. La caída del dictador Ferdinando Marcos (senior) y el reciente gobierno de Rodrigo Duterte -el que buscó una cercanía evidente con Beijing- definieron el retorno de los Estados Unidos a los antiguos emplazamientos militares, en acuerdo con un nuevo miembro de la familia Marcos, Ferdinando Jr. (“Bongbong”), en la presidencia del país oriental.

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Pero las pretensiones territoriales de la potencia oriental, emergente y desafiante, son más amplias que lo puntual con respecto a la que tienen con Filipinas. En efecto, los otros reclamantes que se sienten vulnerados por la arrogancia de Beijing son: Malasia, Vietnam y Brunei. También se reabren viejos reclamos de dudosa legalidad, frente a países con conflictos que nunca se cerraron. Entre estos están la India y Rusia. Eso sin olvidar la corta guerra que hubo a fines de los años 70, entre los vietnamitas y sus vecinos del norte (1979). Una confrontación armada en la que los chinos terminaron replegándose con la cola entre las piernas. El punto focal de los roces vigentes con los filipinos es una renovada puja por los bancos e islotes de Scarborough (Bajo de Masinloc), un atolón que China llama Huangyan. En esas aguas los pescadores afectados trabajan desde generaciones que se pierden hacia atrás en el tiempo y que, en estos momentos, sufren el acoso de las naves que llegan desde la costa occidental, allí están quienes aspiran a quedarse en esos puntos que apenas asoman del mar y que, en algunos casos, cubren las mareas (aresprensa).

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VÍNCULO : FILIPINAS EN EL BORDE

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