BIDEN SE EMPODERA
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BIDEN SE EMPODERA *


En muchos momentos de esta campaña a la presidencia de los Estados Unidos se tuvo la sensación de que la apuesta del presidente Donald Trump por su reelección era imbatible. Ahora se presenta un giro de percepción y ya no son pocos los  que piensan que los demócratas pueden batallar con éxito para desalojarlo de la Cada Blanca. El tropiezo del fenómeno Sanders parece haber sido superado en la accidentada carrera del partido Demócrata y lo que llaman el stablishment de ese segmento político en los Estados Unidos se salió con la suya, en el sentido de desahuciar la posibilidad de que compita alguien señalado de “socialista”. Eso es una especie de maldición para un electorado que, si bien ha ido cambiando en los últimos  años y tiene ahora un cierto sesgo hacia los dramas que confronta la humanidad, no dudaría en rechazar la llegada a la Casa Blanca de alguien que carga ese peso político, un lastre en el imaginario de tantos “homeros simpsons” que son parte visceral de esa nación. Los norteamericanos seguirían apostando por los candidatos  ricos o que al menos mantengan un buen vínculo con la visión capitalista, aun cuando la sociedad norteamericana tenga debilidades estructurales en lo que hace a protección de sus ciudadanos en la salud.


La misma protección de la que se enorgullecen de haber alcanzado países de un pálido socialismo como lo son los del norte de Europa y otros menos apegados al señalamiento, pero que igual han construido un buen tramado que garantice a sus ciudadanos el acceso a la salud y la educación, al menos. El empoderamiento de Joe Biden después de superar las talanqueras del supermartes de inicios de marzo. Además, y luego de la realidad surgida de las posteriores justas, tanto en Illinois, como en Arizona y,sobre todo en Florida, ya se perfila con mayor claridad quién sería el contendor fuerte del presidente Trump.  Claro que también después de poner en su sitio, al costado del camino y por ahora, a candidatos como Michel Bloomberg y otros de menor calado, como fueron Elizabeth Warren, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar. Algunos de estos nombres no volverán a ser recordados por alguien.   

Mientras tanto, no pocas  de las medidas que toma el ejecutivo de Washington apuntan a la justa de fin de año. Pocas semanas atrás el pesimismo para reemplazar al actual presidente cundía en las filas demócratas, no porque les falten argumentos para cuestionar al mandatario que venció a Hillary Clinton hace 4 años, sino porque la evolución de las definiciones demócratas eran un verdadero desmadre y parecía que esa situación le dejaría el camino expedito a Trump para aspirar con éxito a la reelección. La paz relativa que se acordó con los talibanes en Afganistán es uno de esos pasos dirigidos a afirmar las aspiraciones presidenciales. Parecería ese un pacto atado con alambres porque fue excluido el gobierno de Kabul, al que los talibanes consideran títere de la otra parte del pacto, pero todo sirve cuando se trata de elecciones.

Aunque aún es largo el recorrido para la justa definitiva y las decisiones postreras del Colegio electoral que definirá la suerte de quien habite la casa presidencial de Washington, luego de la justa definitiva, el presidente Trump tiene otras razones de preocupación que atentan contra sus aspiraciones. Uno de ellos es la imprevista irrupción del intruso Covid 19, que puede arrastrar al precipicio toda pretensión, no solo la del actual presidente estadounidense sino la de cualquiera. Los coletazos del virus que ya ha contagiado a más de 50 mil personas en aquel país -al día de hoy y con pronóstico de alucinante multiplicación- golpean a la economía de manera vertebral y ha sido ese factor económico la mayor fortaleza de Trump, al tiempo que ahora podría convertirse en su talón de Aquiles. La caída de las bolsas -no obstante algunas recuperaciones de coyuntura- y la posibilidad de quiebras de grandes empresas y conglomerados arrastraría a la cesantía laboral a centenares de miles de votantes. Ello más allá del golpe de caja federal con más de dos billones de dólares para  mantener el flujo económico, al menos por un tiempo.     

El precandidato Biden recogió por su lado uno de los mejores  resultados en La Florida, que es uno de los estados que por tradición suele ser poco amable con los demócratas, por sus escarceos blandos -o “tibios” como se diría en el coloquialismo colombiano a quienes hacen concesiones de discurso a regímenes autoritarios o dictaduras plenas- hacia los sistemas imperantes en Cuba, Venezuela o Nicaragua. Aun cuando Sanders no ha decidido retirarse de la carrera a la candidatura, es probable que lo haga de  manera irreversible en los pasos inmediatos pues ya es poco lo que podría hacer para remontar en la puja. Su propuesta comienza otra vez a desinflarse sin mayores esperanzas, como ya había ocurrido en el pulso anterior con la señora Clinton. A medida que avanza el proceso hacia su culminación, el núcleo duro de los demócratas considera a Sanders un perdedor sin remedio.   

Ya se indicó que resta bastante para llegar a fin de año, y la hora de las definiciones estratégicas aún no se clarifica, por el contrario y para desdicha del presidente Trump, el camino que resta es culebrero.  La evolución de elementos del escenario tanto local como internacional no pueden ser todavía dimensionados. Hace 4 décadas la imprevista irrupción de los santones musulmanes chiítas en Irán y la caída del Sha, junto con el frustrado intento de rescate de los rehenes de la embajada de los Estados Unidos en Teherán, le costaron la reelección al presidente demócrata James Carter. Ahora, el tránsito imprevisible del proceso de Afganistán con el retiro de tropas norteamericanas del área, y lo que pudiese suceder en Iraq o Siria, durante el curso de este 2020, podrían jugarle en contra a la actual administración de la Casa Blanca. Además, el tema petrolero y el del turismo, entre otros aspectos de la producción, articulado con el drama de las empresas aéreas por el golpe del coronavirus, amenazan al conjunto de la sociedad norteamericana.

Eso, conjugado con el probable agravamiento del horizonte económico internacional e interno, conforman un panorama que para el resultado electoral definitivo generan más aprensiones que esperanzas. No es lo único, nadie sabe lo que ocurrirá con el crecimiento de la epidemia que se extiende por el mundo. Los pronósticos  al respecto tienden del gris al negro. Este lado fundamental en la crisis podría extenderse por un lapso no inferior a un rango que oscila entre los 6 meses y un año. En un esquema de salud que deja por fuera a buena parte de la población, como lo es el de los Estados Unidos, cualquier pronóstico sobre el impacto allí de la pandemia tendría demasiados cisnes negros escondidos como para correr riesgos con datos concretos. En la suma, mientras Biden se empodera Trump nada tiene asegurado por ahora, aunque ya se sabe que al actual presidente le agrada jugar en escenarios de máximo riesgo e, incluso, de temeridad (aresprensa). 

  

EL  EDITOR

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La columna Doxa fija la posición editorial de la Agencia de prensa ARES